Diario de León

DESDE LA CORTE

Lecciones de submarinos

Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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LO PEOR del submarino está en los archivos. Los archivos contienen tanto material inflamable, que se convierten en subversivos. El ministro Jesús Caldera tuvo que escuchar ayer su voz de hace años, cuando vivíamos contra Aznar. ¡Cómo protestaba contra el Gobierno por la presencia del Tireless en Gibraltar! ¡Cómo reclamaba más información y transparencia! ¡Cómo exigía inspectores españoles para comprobar la dimensión de la avería! Y Manuel Chaves: acudió al Campo de Gibraltar con la pancarta. Decía que aquel sumergible ponía en peligro la vida de los andaluces. El atraque del Tireless era peor que una tragedia: era una vergüenza, que atentaba contra el honor y la dignidad nacional. ¿Y qué me dicen de Aznar? En recordada rueda de prensa, decía que el Tireless tenía menos peligro que el submarino amarillo . Ahora, se ha demostrado que, como reza el refrán, Dios castiga sin palo ni piedra: castiga con otro buque de la pérfida Albión. Estos británicos tienen un submarino distinto para cada gobierno español y hacen cambiar los discursos más que las cifras del paro. Cuando nuestros políticos aprendan estas lecciones de la historia, dejarán de ser tan simples y demagogos. Para el análisis interno, tenemos otra perspectiva: la actitud del señor Moratinos. Vamos a ver: el gobierno británico se portó con corrección notable. Conocía la sensibilidad existente en nuestro país, e informó de la llegada del HMS Sceptre , detalle que no tuvo con el gobierno de la colonia. ¿Y qué hizo nuestro ministro de Asuntos Exteriores? Guardar la información. Se calló como un muerto. Sólo convocó a los medios informativos cuando la emisora Onda Cero contó el atraque. Por cierto, siguiendo una perniciosa costumbre, no permitió preguntas de los periodistas. ¿Qué ha conseguido con su silencio? Trasladar otra vez a la sociedad la sensación de oscurantismo, como si hubiera intención de ocultar la presencia del barco. Cabe pensar que el Gobierno ha querido reducir el impacto. Pensó que, cuantos menos días estuviera la noticia en los medios, menos días se comentaría. A cambio de eso, renunció a tener la iniciativa. Pudo haber preparado a la opinión pública, e incluso haber tenido el detalle (innecesario e inútil, pero efectista) de llevar la información al Congreso, con lo cual hubiera marcado distancias con el talante de Aznar. Pero no lo hizo. Lanzó la noticia como un obús: igual que cuando comunicó el último acuerdo sobre Gibraltar o la decisión sobre el Archivo de Salamanca. Y así, cuando llega la hora de dar la cara, necesitan parapetarse detrás del escudo y proclamar: «No hay preguntas». Les falta pericia. Siguen siendo novatos. Habrá que pagarles un máster de comunicación.

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