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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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ESTAMOS ANTE la oposición más difícil de los últimos tiempos: doce plazas para 4.000 candidatos. ¿Cómo hay tantos americanos de diverso color que se creen capacitados para juzgar al convulso bailarín y cantante Michael Jackson? Tendrán que dirimir si se trata de un protector de menores de gran generosidad o de un repulsivo pederasta, sin descartar una tercera posibilidad: que sea las dos cosas. Al parecer son compatibles, pero lo raro es que haya tanta gente dispuesta a juzgar su conducta y lo difícil es que entre los magistrados acierten a escoger los doce hombres y mujeres sin piedad que dictaminan su culpa o su inocencia. Ya se sabe la proporción: por docena un Judas. Puede haber alguien piadoso en el jurado. Lo último que desearíamos algunos es formar parte de un jurado popular y no porque no creamos en el pueblo, sino porque pensamos que los jueces de carrera también son pueblo, aunque hayan estudiado Derecho. Si ellos se equivocan, a pesar de su especialización, cómo no van a equivocarse los que no son especialistas. Quizá un sistema mixto sería lo ideal. No lo sé. Lo que sí sé es que Dolores Vázquez fue condenada a 15 años de cárcel por el asesinato de Rocío Wanninkhof y pasó 17 meses en prisión hasta que ahora se ha decretado su inocencia. Le cayó antipática al jurado, quizá por la impasibilidad de su rostro o por ser lesbiana, pero no tenían que debatir sus gustos en materia de sexualidad, sino si era o no era la autora del horrendo crimen. ¿Quién puede resarcirle de su humillación y de su sufrimiento? Nadie ignora que la justicia es de estirpe divina, pero la seguimos buscando por aquí. Muchos se creen dotados para impartirla, aunque la confundan con la venganza. Cervantes aconseja que si acaso se dobla su vara, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia, y los indios chellenes, que no habían leído el Quijote, decían que no se puede juzgar a nadie si no se está dentro de sus mocasines. Es sin duda la mejor manera de no meter la pata.