Diario de León
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FEDERICO ABASCAL
León

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ENVÍA EL GOBIERNO británico un submarino de propulsión nuclear a Gibraltar y entre el Gobierno y la oposición se abre en España un frente de batalla. Las relaciones diplomáticas angloespañolas, sin embargo, no se resienten, o se resienten fugaz o imperceptiblemente. Sucedió cuando el Tireless , fondeado hace cuatro años y durante muchos meses en el Peñón por una avería en el sistema que refrigeraba su motor nuclear, lo que alarmó al campo gibraltareño e inflamó de agresiva iracundia a los socialistas entonces en la oposición, pero no logró borrar las sonrisas que se intercambiaban Aznar y Blair, por la amistad personal que les estaba uniendo. Y ahora, con los papeles cambiados en la política española, atraca en Gibraltar otro submarino averiado de la Royal Navy, y nuestro ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, envía una firme protesta a Londres, a través del embajador británico en Madrid, llamado urgentemente al Palacio de Santa Cruz, sede de nuestra diplomacia. En el Foreign Office hay un armario de tamaño muy considerable en el que se archivan cuidadosamente las protestas, protocolarias, firmes, enérgicas o conminatorias, de los gobiernos extranjeros. En España es diferente, pues los desaires que nos dedican las autoridades británicas, enviando a Gibraltar a miembros de la familia real, sean altos o medianos Windsor, y a submarinos con los pulmones medio al aire, sólo se archivan en la memoria ciudadana, muy propensa al olvido, por tantos recuerdos de los que ha decidido irse olvidando. Dijo Rajoy, en un tono de elegante misericordia política, que el PP no va pagarle ahora al Gobierno del PSOE con la misma moneda que utilizó el hoy presidente cuando el Tireless . No es ilógica la preocupación entre los habitantes del Campo de Gibraltar ante un navío que lleva a bordo un reactor nuclear, del que depende su capacidad de navegación, junto a un motor convencional al que ahora se atribuye la avería. Y es lógica la protesta española, a la que ha respondido la autoridad británica diciendo que el submarino en cuestión, llamado Sceptre , abandonará el Peñón dentro de seis días. El asunto queda archivado por Londres, mientras que en los alrededores de Gibraltar se lee la historia clínica de este artefacto nuclear con tanta aprensión como asombro ante los muchísimos males que ha padecido, desde colisiones e incendios a accidentes varios. El asunto justifica la protesta española, aunque sólo sea para que conste en los archivos del Foreign Office, en ese gran armario que la diplomacia británica utiliza de agujero negro para que absorba los reproches fastidiosos.

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