Pasividad injustificable
Esto de que los gobiernos subvencionen la cultura tiene sus riesgos. Ya me dirán que cultura subvencionamos y cómo lo hacemos. Se acaban de convocar unas ayudas a través de la Dirección General de Cooperación y comunicación cultural del Ministerio de Cultura, que es más de lo mismo de siempre. Cuando el limosneo se mezcla con la cultura resta libertades y suelen acrecentarse los voceros que responden a la voz de su amo. Se nos dice que la finalidad de dichas caridades, por aquello de dar una buena imagen de afanados cultivadores, no es otra que la de favorecer la comunicación cultural entre las Comunidades Autónomas, difundir la cultura española en el exterior, contribuir a la celebración de acontecimientos y conmemoraciones de carácter histórico o favorecer el conocimiento y la difusión del patrimonio cultural común de España. Esto no lo traga nadie que tenga dos luces. Ya me gustaría que fuese, tan comunicativo y comunicador, el laboreo formativo. Resulta que, luego, es una misma provincia son incapaces de ponerse de acuerdo las distintas administraciones culturales a la hora programar actividades. Se desconocen. Se ignoran. Se ponen zancadillas. Se enfrentan unos a otros. Son más la voz del gobierno de turno que la voz integradora. Conmemoran festividades por separado, obviando casi siempre la auténtica cultura enraizada en lo humano, en la apertura típica del hombre a lo universal y a la trascendencia. Tampoco, pienso, que es acertado subvencionar actos culturales que nada aportan y a los que suelen acudir cuatro gatos, las mismas manadas de aburridos que se pagan favores asistenciales unos a otros. Para estos tiempos, pues, de cambio total, donde las viejas ideologías se han revelado ineficaces para dar respuesta a los interrogantes más profundos del hombre, se precisan verdaderos altares culturales, sin otra etiqueta que el de educar para la convivencia entre las distintas culturas. Esto sí que merecería subvención. El vacío dejado por las falsas culturas lo ocupa una razón desencantada, que no se atreve a mirar a la autenticidad de frente, ni a la belleza de cara para que la bondad nos abrace, y tampoco al ingenio que no se casa con poder alguno. En eso reside todo el honor a la cultura, en crecer hacia la verdad y en aplaudir a los sembradores de bondades. El Estado, creo, que debe potenciar este tipo de beneficencia y de benefactores. Los pueblos necesitan este aliento purificador. Víctor Corcoba Herrero (Madrid). Martín Manceñido, Secretario General de la Hermandad de Donantes de Sangre de León, ruega transmita a todos los donantes que acudieron a donar sangre el pasado día 30 de enero el sincero agradecimiento y felicitación por las 57 bolsas de sangre que se obtuvieron y a los que por diversas causas no pudieron donar. Yo, como Delegado Local, también les agradezco su buena voluntad y animo a los que no pudieron o no fueron, que se acerquen a donarla la próxima vez. Al mismo tiempo, quiero dar las gracias al doctor Urdiales y al equipo que le acompañó (Chelo, Pepa y Luis), sin olvidar a Isidoro, el chófer; todos ellos esperaron, con la profesionalidad y paciencia que les caracteriza, a que no quedase ninguna persona sin donar. Santiago Mansilla Ariño . (Delegado Local). Juani Pérez Tascón dice: «La Sobarriba no tiene agua potable en sus grifos. Según explicó Emigdio Fuente, en Navafría no hay agua potable, en Santa Olaja del Porma tampoco hay agua potable. No sabemos bien de quién es la culpa, si de la Junta de Castilla y León o del Ayuntamiento o la Diputación o el Gobierno en pleno; lo que sí sabemos con toda seguridad es que de nuestros grifos no sale agua potable. Señores: ¿hasta cuándo tendremos que transportar agua potable a nuestras casas?». Ramón (León; debate en la edición digital).