Diario de León
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FEDERICO ABASCAL
León

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LAS RELACIONES entre España y Estados Unidos son, diplomáticamente, malas; militarmente, casi normales, y, comercialmente, perfectibles. Tras la retirada española de Irak, el Gobierno socialista ha intentado aliviar la aspereza diplomática de Washington mediante actitudes a pie firme, y no por falta de asientos, sino porque los norteamericanos-as no querían sentarse. El presidente Zapatero le arrancó a Bush unos minutos cara a cara durante una cumbre atlántica a fines de verano, y Moratinos se explayó de pie en Bruselas ante una silenciosa Condoleeza Rice a lo largo de cinco minutos. Nuestro ministro de Defensa, José Bono, desplazado a Niza con motivo de una reunión informal de la OTAN, encontró mayor amabilidad en su colega norteamericano Donald Rumsfeld, con quien pudo dialogar una hora sobre varios asuntos, especialmente sobre el despliegue español en Afganistán y la reconstrucción institucional/administrativa de Irak. Rumsfeld ha olvidado su referencia del 2003 a la vieja y a la nueva Europa, divididas entonces por la guerra iraquí, pero unidas ahora en la intención común de ayudar al Irak poselectoral y de aceptar la invitación al multilateralismo que anuncia Bush. Condoleeza Rice está acondicionando en la UE el viaje que el presidente norteamericano realizará a Europa dentro de diez días, y durante el cual absolverá a Francia y Alemania, pasándoles seguidamente el cepillo, o la gorra, sea dicho de forma más grosera, pues una política internacional, por consensuada que parezca, resulta carísima y toda ayuda financiera es poca. Ignorará Bush en su viaje europeo a España, un penitente que aún no se habría flagelado bastante, según los baremos absolutorios de Washington, a pesar de los esfuerzos de Bono por demostrar la alta capacidad y eficacia de nuestros soldados en Afganistán, y de ofrecer en España seminarios formativos de policías iraquíes. Son sensibles los norteamericanos a las pruebas de buena voluntad de sus aliados, aunque parezca, en el caso de España, que han dejado de ser circunstancialmente amigos, pero en el terreno militar no puede dar mayores muestras de colaboración en los planes afganos del Pentágono, a lo que debe unirse esa implicación de nuestro país en la normalización democrática de Irak. El Gobierno español estaría actuando correctamente en Afganistán, aliviando responsabilidades del ejército norteamericano y ofreciéndose a colaborar en la deseable e hipotética democratización de Irak. Pero sin flagelarse por haber retirado las tropas de una guerra considerada por una mayoría de países ilegal.

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