Pobrecito

«POBRECITO: hoy delgado y ayer gordito». Así describiría un poeta clásico de nuestro Siglo de Oro la situación actual del eminente Luis Roldán, ese canalla a la antigua que destacó, durante su etapa al frente de la Guardia Civil, por un mentalidad abierta y creativa en cuanto al manejo de los caudales ajenos. Una vez probado que estuvo a punto de robar hasta los tricornios de sus subordinados, semejante alma perdida fue a dar con sus huesos a chirona, como merecido castigo para un cuco especializado en mangar los huevos de los nidos ajenos. Lamentablemente, ni siquiera la cárcel le ha quitado la tontería de encima, pues llevado por un ataque de trascendencia asegura que va a dejarse morir de hambre. Al parecer sólo come unos yogures a la hora del desayuno, y eso que las autoridades penitenciarias han tentado su obcecación suicida con un surtido de manjares ideado para el caso por el propio Ferran Adrià, compuesto por lentejas de miel y caviar de melón, exquisiteces rematadas por unas gominotas de aceite como postre. Pero nada; don Luis parece dispuesto a apurar el cáliz hasta el final, y en un rapto de lirismo ha confesado: «No pararé hasta morir de inanición. Moriré rodeado de los amigos y la familia, como Sócrates». Una verdadera lástima, pero al igual que a Bogart siempre le quedó París, nosotros nos consolaremos con aquellas famosas fotos de la orgía, donde el máximo responsable de la Benemérita aparecía repartiendo juego en compañía de unas copetineras faltas de cuna y sobradas de cama, luciendo unos calzoncillos floreados más feos que mandar a la abuela a comprar drogas. Bonita imagen.