CON VIENTO FRESCO
Un sí a la Unión Europea
EL PRÓXIMO domingo estamos llamados a las urnas para refrendar el Tratado por el que se establece una Constitución para Europa. Iré a votar porque como ciudadano siempre lo he hecho, lo creo un derecho y un deber que nos ha costado mucho esfuerzo, al menos a los de mi generación, conseguir; por eso no puedo renunciar a él. También sé lo que voy a votar: votaré Si, no con la boca pequeña sino con la cabeza fría y dando razones de por qué lo hago. Lo haré afirmativamente pese a que he tenido dudas, no por el fondo de la cuestión sino por la forma, especialmente por cómo ha sido planteado el referendum por Zapatero, con una soberbia infinita y como una especie de refrendo a su inane y sectaria política; algo que me parece vergonzoso. Creo en la Unión Europea como realidad política. Los españoles somos europeos y hemos estado durante siglos en vanguardia para la defensa de lo significa serlo como civilización, con sus peculiares rasgos culturales y religiosos; y todo ello por encima de la división en Estados y al margen de las luchas fratricidas por la hegemonía. Ahora se trata de algo más importante aún: lograr por fin una unidad política que, sin renunciar a nuestra idiosincrasia nacional aunque sí a parte de nuestra soberanía, suponga un espacio común para todos los europeos en el que gocemos de mayores libertades, más seguridad y una mejor justicia, y en el que nos gobernemos por instituciones comunes. Algunos dirán que eso ya lo avalan los tratados de la Unión; es cierto, pero ahora se trata de un texto articulado que refunde y da coherencia a todos aquellos tratados, lo que permitirá garantizar mejor los derechos y libertades de los europeos. La Unión Europea es un paso más en el largo proceso histórico de unificacion política que hemos vivido los europeos a lo largo de los siglos. Una unificación que no elimina los Estados nacionales, sino que integra en una unión más sólida y fuerte a todos sus ciudadanos. Frente a las tendencias disgregadoras y separatistas de los nacionalismos periféricos, la Unión Europea habla de unidad e integración sobre la base de unos derechos iguales para todos sus ciudadanos; no versa sobre entelequias étnicas sino sobre derechos políticos comunes. Creo que la «Carta de los derechos de la Unión» es de una importancia capital, porque en ella se recogen príncipios básicos para la convivencia pacífica de los europeos. Habla de que la dignidad humana es inviolable y por ello que todas las personas tienen derecho a la vida; prohibe la tortura y la esclavitud; propugna las libertades de pensamiento, conciencia y religión; recoge el derecho de reunión y asociación; también el derecho a la educación; defiende la igualdad ante la ley, la no discriminación; la solidaridad y sus consecuencias prácticas: seguridad social, protección de la salud; afirma los derechos políticos de los ciudadanos, como el de participar en las instituciones. No habla, cierto, de la herencia cristiana en su preámbulo, pero todos estos derechos y libertades son su mejor legado, seamos o no creyentes. Por todo esto hay que votar que sí, pese a la utilización partidista de Zapatero y su tono insultante. Es una vergüenza que quien defiende que Ibarreche presente su plan secesionista en las Cortes para su debate, no permita que la Constitución Europea se discuta por las fuerzas políticas en ese mismo foro; y todavía es aún más infamante y obsceno que insulte y ningunee en todos los mítines al PP, que pide el voto afirmativo para la Constitución, o a la Iglesia Católica, que deja libertad de voto a sus fieles; y que no critique a aquéllos que formando parte de su gobierno, abogan con todas sus fuerzas por el No. Lo hace porque sabe que la dignidad y la responsabilidad del PP, que cree en Europa tanto como el PSOE, le impide abandonar la campaña por el Si. Si lo hiciera y llamara a sus afiliados a votar No, quizás a Zapatero se le congelase esa sonrisa estulta y malévola que pone. Pero Europa está por encima de esas miserables contingencias.