Diario de León

DESDE LA CORTE

Crimen contra la Humanidad

Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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CUANDO los nietos de Ibarretxe estudien los avatares del plan que ingenió su abuelo, el Cantábrico habrá devorado la playa de la Concha. Cuando se inaugure el último tramo del tren veloz a León y Galicia, los incendios forestales habrán devastado los bosques que había costado tanto expropiar. Cuando se haya aceptado que Cataluña y Euskadi son una nación, nuestros nietos habrán pasado epidemias de dengue y malaria. Y cuando los herederos de Ernesto Sánchez Pombo vean que su abuelo escribía «El país de la lluvia», se preguntarán asombrados cuál sería esa extraña nación. Pienso en estos pequeños detalles después de leer el informe sobre el cambio climático que presentó la ministra Cristina Narbona. Anuncia un panorama tan desolador para el último tercio del siglo, que dan ganas de mandar a hacer puñetas las ocupaciones de este tiempo y una de dos: o hacerse ermitaño o invocar el bíblico «Comamos y bebamos, que mañana moriremos». Estamos destruyendo el mundo con las mismas ansias que Aznar denuncia que los socialistas destruyen su obra: concienzudamente. Los que sobrevivan a esta locura verán crecer los mares, desaparecer islas, inundaciones, aludes, corrimientos de tierras, largas sequías, incendios forestales, muertes por olas de calor, enfermedades nuevas: los jinetes del Apocalipsis. Pocas veces un gobierno había suscrito un horizonte tan pesimista. Si eso es posible, la Humanidad camina decididamente desde la desgracia hacia el desastre final. Las generaciones futuras, sus víctimas, no tendrán nada que agradecernos. Los ciudadanos de hoy vivimos los últimos momentos de prosperidad habitable. ¿Qué hacen ante eso los dirigentes del planeta? Deberían estar promoviendo una nueva civilización. Deberían encabezar un cambio cultural capaz de transformar las bases del actual desarrollo. Deberían gastar los presupuestos de armamento en crear energías no contaminantes para frenar la destrucción. Pero ya lo veis: el medio ambiente es su última preocupación. En su orgía de gloria y egoísmo, aspiran, quizá, a ser los últimos administradores de la tierra habitable. Les importa el hoy. El futuro no es asunto suyo. Y entre todos ellos, el inefable, el desafiante, el triunfador, el glorioso George W. Bush. Frente a las predicciones apocalípticas, él se permite el lujo de anunciar que su país no cumplirá el Protocolo de Kioto. Desafía a sus contemporáneos con el insolidario (habrá que empezar a decir inhumano) propósito de aumentar la emisión de gases contaminantes. Esto es bastante más grave que invadir una nación con el pretexto de unas armas que no existen. Cuando tengamos perspectiva y sensibilidad suficientes, éste será el auténtico crimen contra la humanidad.

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