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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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FORZOSAMENTE tenía que hacerse un lío, ya que su otro yo eran varios. Hasta tres identidades diferentes figuraban en sus DNI, carnés de conducir y otros documentos. En unos constaba que era estudiante de la Universidad de Cantabria y en otros que era estudiante internacional. Además de unas gafas sin graduar, la Guardia Civil ha encontrado en su casa un rifle con mira telescópica «Thompson» y una pistola de fabricación china del calibre 9 milímetros parabellum. No se puede decir de él que no estuviera preparado para matar cuando le hiciesen los encargos. Órdenes son órdenes. ¿Quién las da? Con el terrorismo pasa igual que con el tráfico de drogas: se detiene siempre a los ejecutores y a los «camellos», pero nunca a los responsables, a los gerentes de las empresas. Un oficio raro el de terrorista. Es de suponer que no sirva cualquiera para desempeñarlo con eficacia, a no ser que le guste matar. En ese caso hablaríamos, como Juan Ramón Jiménez, de «el trabajo gustoso». También puede suceder que se trate de un fanático y sabemos, por Jorge Santayana, que un fanático es alguien que redobla sus esfuerzos cuando ya ha olvidado los objetivos. Quizá el etarra detenido en Basauri, que se llama Pérez de primer apellido, deseara probar su superioridad genética. No se sabe. Lo único que se sabe es que tenía información acumulada para atentar contra el presidente del Partido Popular de Vizcaya, y contra los portavoces del PP y del PSE del Parlamento vasco. ¿A quién escogería? Quizá se hubiera visto obligado a pedirle a sus jefes una mayor concreción. «Por favor, ¿a cuál mato primero? Se ruega contestación». Larga vida les deseamos todas las personas de bien a los candidatos a engrosar la lista de víctimas del terrorismo. El obediente sicario no ha podido cumplir su misión. Contentos tendrá a sus invisibles jefes. Quizá le suspendan de empleo y sueldo.

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