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TRIBUNA

Fundación Villalar-Castilla y León: el tercer tipo de talento

Publicado por
MARGARITA TORRES SEVILLA
León

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PARECE que a los motores de la Fundación Villalar les falla el talento en singular -quizás no en plural-, el talante y la más necesaria cualidad que requiere su condición supuesta de lazo que anhela fortalecer nuestras raíces comunes: conocer su propia historia, que es la nuestra. Maquiavelo sostenía que, entre los secretarios de los gobernantes, es decir, entre los que se encargan de plasmar por escrito y dar rienda suelta a las ideas de sus señores, existen tres tipos de talentos: los que descubren cuánto les importa saber, los que disciernen con facilidad aquello que se les propone, y los que no entienden por sí ni por ajeno discurso. Los primeros son sobresalientes, los segundos buenos y los terceros absolutamente inútiles. Si Vds. han accedido a la página web oficial de la Fundación Villalar-Castilla y León y han abierto la ventana «Historia», creo que sobra que yo les comente el grupo al que pertenecen los autores de los textos y aquellos que los impulsaron a la redacción. Quiero suponer que su sabiduría se reduce a una versión de la riquísima historia común de esta comunidad a través de un manual intitulado «introducción para tontos», porque la segunda posibilidad que me ronda la cabeza provocaría el suspenso, no ya de una profesora de historia, como es mi caso, si no del mismo Maquiavelo al que parece que en ocasiones tanto admiran quienes diseñan ciertas instituciones y prescinden de unificar y aunar esfuerzos en pro de dividir y emponzoñar la herida. Unas perlas de este collar, no de la paloma sino del despropósito, ilustran mejor que una opinión. Quizás se deben a una premura necesaria para ellos, o a un desconocimiento de viejos ya manuales de historia, porque las noticias que nos ofrecen parecen hijas del tiempo no ya de Cervantes sino del de la Tierra Media. A propósito de la romanización, parecen ignorar el papel de cabecera militar de la Hispania romana que jugó nuesta ciudad de León, pues en su brevísimo resumen -muy selectivo, eso sí-, sólo consta que fue «el asentamiento de la Legio VII». En cambio, esos mismos doctos sapientes conocen la partida de nacimiento de Viriato, caudillo lusitano de quien afirman que nació «en la zona de Sayago», Zamora. ¿Acudieron al C.S.I. para identificar los restos? A propósito de las invasiones bárbaras, les informo que en nuestra tierra -sí, aquí-, tuvo lugar una batalla que sancionó la suerte del reino de los suevos: la llamada «Batalla del Órbigo», a mediados del siglo V. Eso si, ¡qué interesante su dato cuando nos comentan que los suevos ocuparon temporalmente Tarragona, notable y conocida ciudad de esta nuestra comunidad autónoma! Y llegamos a la oculta historia de León, ese incómodo reino cuya demarcación territorial marcaban el Océano Atlántico, el Mar Cantábrico, el Duero y la frontera con Navarra. Un forúnculo molesto que acaudilló la Reconquista, llegó hasta Sevilla en tiempos de Ordoño II, derrotó al califa Abd al-Rahman III en persona, en las batallas de Simancas y Alhandega, fue foco de sabiduría hebrea, refugio de mozárabes, eje de peregrinos y patrono de Santiago apóstol llegado el caso, del que nacieron dos reinos: Portugal y Castilla. Un reino, el nuestro, León, que precipitó y favoreció la fitna al-barbariyya . ¡Ah! ¿No saben lo que es? Simplemente el final del califato de Córdoba... Un purulento incordio que envió caballeros a la primera cruzada en Jerusalem, implantó el Temple en la Península Ibérica, antes que en Cataluña y Aragón. Un molesto gusano ante el que doblaron la rodilla en calidad de sus vasallos el rey de Navarra, el musulmán Zafadola, el conde de Barcelona (que ahora nos lleva parte del Archivo de la Guerra Civil), el de Urgell, el de Tolosa, y los grandes señores franceses hasta el Loira, un buen día de 1135, en la catedral de León, ante su emperador, Alfonso VII, el que llevaba en su persona y en sus armas, el escudo de su reino: León (corran, redactores de la fundación a la biblioteca: Poema de la conquista de Almería, el verso lo buscan Vds. que son los que han cobrado el texto). Pues bien, en los párrafos de nuestra común historia, según la institución que pagamos todos los contribuyentes, los leoneses también, aparecen más noticias de don Pelayo, Asturias y Guadalete que de nuestros monarcas. De doscientos años de historia, de los que hasta las crónicas alemanas ofrecen admirada cuenta, quedan dos llamadas de atención: Alfonso III tuvo tres hijos, y que los reyes leoneses eran considerados bajo la denominación de «emperadores». Les sobran las comillas, no está en latín. En cuanto a la tercera ventana: La unión de los reinos de León y de Castilla, corrijan de entrada un vocablo al que son tan afectos: «castellanoleonesa», porque no existe tal en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Y sobre los Comuneros, quiero informarles que en León también contamos con personajes de entidad, como Ramiro Núñez de Guzmán, señor de Toral, insigne comunero, y el conde de Luna, Francisco Fernández de Quiñones, defensor leal de Carlos V, uno de cuyos parientes acompañó y salvó la vida a Hernán Cortés en la Conquista de México. Quiero pensar que han redactado su examen de Historia sin tiempo para preparar la asignatura, con las ideas mal prendidas de un hilo, apenas enlazadas y menos aún digeridas. Que no han podido leer mas que los apuntes de un chavalete con la carrera recién terminada que se corría casi todas las clases para ver Gran Hermano VIP 2 , o Crónicas marcianas , porque si todos los párrafos que han redactado nacen fruto de intensas labores de investigación, devuélvanme los euros de mis impuestos que han derrochado en los autores de estos textos. Por favor, patronos de la fundación: lean Vds. un poco, un poquito nada más de nuestra rica historia común, que no dejará de brillar por clavar una zarpa sucia sobre la piel del León. Lean y aprendan, que para eso les pagamos mucho y bien. Y recuerden las palabras del célebre poeta Ibn Hazm: «No des crédito a unas palabras que oíste, mientras no estés cierto de que es verdad lo que sabes». Ya ven, los leoneses sabemos ser generosos, porque el león bien armado no necesita atacar. Tal vez un día, desde la ciudad cabecera del reino que derrotó al Islam tantos siglos, nazca una iniciativa común que hermane a los leoneses y a los castellanos. Tal vez se llame «Rey Fernando III». Tal vez burgaleses, palentinos, sorianos, zamoranos, leoneses sintamos que ese lazo sí que hermana, y no Villalar, una lucha de señoritos bien contra señoritos bien que terminó con la derrota de los segundones descontentos. Por si no lo saben, Fernando III fue rey de Castilla y de León, conquistador de Córdoba, Sevilla, Jaén y tantos lugares de España que aún recuerdan con orgullo su nombre. Como nosotros.