Diario de León

TRIBUNA

En defensa de las montañas

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ECOLOGISTAS EN ACCIÓN DE LEÓN
León

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LAS MONTAÑAS son islas de biodiversidad rodeadas de un mar de monocultivos y paisajes modificados por el hombre. Su aislamiento y relativa inaccesibilidad las convierten en el último refugio de multitud de especies animales y variedades de plantas silvestres que son expulsadas de las tierras bajas por la intensa actividad humana. Los hábitats de montaña constituyen preciosas reservas de diversidad genética, capaces de garantizar en el futuro la seguridad alimentaria y la salud de la humanidad. Además, las montañas son imprescindibles: en ellas se produce la mayor parte del agua dulce que se consume en el mundo. Esta inmensa riqueza cultural y natural, a la que hay que unir los valores intangibles derivados de la belleza excepcional del paisaje, contrasta con el olvido y la pobreza en la que, por lo general, viven las personas que habitan en los pueblos de montaña. El año 2002, Año de las Montañas, sirvió para alcanzar un amplio consenso internacional, ideológico y político, en torno a la necesidad de aunar la protección de los frágiles ecosistemas montañosos, con la mejora de la calidad de vida de sus poblaciones y rechazar cualquier proyecto de desarrollo que implique la colonización y la explotación turística masificadas. Ese año, en nuestro país, el Ministerio de Medio Ambiente, se comprometía a poner en marcha la Carta de las Montañas. Un año antes el Estado Español ya había firmado el Convenio Europeo del Paisaje. Ambos documentos deberían haber fundamentado la base legal para la aplicación de políticas institucionales dirigidas a la protección integral del paisaje, entendido en el mas profundo sentido de la palabra, como bien público -cultural, ecológico y social-, al servicio del bienestar colectivo. Nada más lejos de la realidad. En León, hoy más que nunca -y a pesar de que ninguna estación de la Cordillera Cantábrica es rentable- políticos y propietarios de suelo junto al poderoso sector inmobiliario, siguen utilizando el reclamo del deporte de la nieve y esgrimiendo trasnochados argumentos desarrollistas, con el propósito de convertir los paisajes de alta montaña en productos urbanísticos con los que mercadear. Se proyecta la construcción de viviendas, hoteles, centros comerciales, de ocio, campos de golf ... Negocios en auge, paradójicamente cuando mas controvertido resulta el futuro de las estaciones de esquí debido al cambio climático. Según el trabajo de investigación Cambio climático y deportes de invierno: Amenazas medioambientales y económicas , encargado por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, el calentamiento será más intenso en el hemisferio norte y en invierno, por lo que afectará de manera especial al turismo de nieve en Europa. Las precipitaciones serán cada vez más escasas, obligando al cierre de numerosas estaciones de esquí, y también mas irregulares e impredecibles, circunstancias que aumentaran el riesgo de aludes en los años de grandes nevadas. Pero volviendo al presente cercano, veamos cuáles son realmente los impactos ambientales que provocan megaestaciones de esquí, como las que actualmente promueve la Diputación Provincial de León: -La erosión del suelo y la destrucción de la vegetación es el impacto ambiental que, con mayor o menor incidencia, provoca cualquier estación de esquí, por la creación de pistas y la instalación de remontes y telesillas. En general hay que talar árboles y arbustos para hacer hueco a las pistas: disminuye la masa forestal de la montaña, se cercenan los bosques y se rompe el paisaje. Las obras para colocar los soportes de los remontes, así como el cableado eléctrico requieren de maquinaria pesada que erosiona gravemente el suelo. Las zanjas abiertas, aunque posteriormente sean tapadas, suelen quedar sin vegetación, pues las duras condiciones climáticas hacen muy difícil la regeneración de la capa vegetal, dejando a la vista -cuando la nieve se retira-, los efectos de los movimientos de tierras y de las obras como enormes cicatrices que recorren la montaña. -El trazado de carreteras de acceso a las pistas supone la destrucción de vegetación y de caminos tradicionales que son sustituidos por plataformas duras, con las que el suelo pierde capacidad para absorber agua y regenerarse. La apertura de nuevas vías de penetración del tráfico y la aparición de gigantescos aparcamientos convierten las montañas en vulgares espacios consagrados al coche, al tiempo que aumenta la contaminación atmosférica. -La urbanización de la montaña, la construcción de edificios anodinos -bloques de apartamentos, chalets, hoteles, etcétera-, a pie de pista, en medio de bosques o en los pueblos cercanos, degrada paisajes excepcionales. Asimismo se sustituye y altera la arquitectura rural autóctona, despreciando su valor cultural y su potencial de atracción turística como factor de desarrollo sostenible. -El incremento de la población, con fuertes puntas estacionales y sin antes haber cuantificado la capacidad de carga del entorno montañoso, genera grandes cantidades de residuos. Aparecen entonces vertederos que contaminan el suelo de áreas muy sensibles y lo que es peor, también se contamina el agua en origen, en las cabeceras de ríos y arroyos. -El ruido inicial de las obras da paso al que produce el tráfico, los aparatos mecánicos y las aglomeraciones humanas. -Todo ello contribuye a reducir enormemente el espacio vital de especies animales, a menudo con graves problemas para su conservación, tal es el caso del urogallo o el oso pardo en la Cordillera Cantábrica. -Aunque quizá los efectos mas preocupantes se deban a la producción de nieve artificial. En efecto, la escasez de precipitaciones obliga a instalar «cañones de nieve» de costoso mantenimiento por su alto consumo de energía eléctrica y agua. La captación de elevados volúmenes de agua, agrava los procesos contaminantes y provoca la modificación del ciclo natural del agua desde su origen. Estos impactos muestran el lado oscuro del deporte blanco y son, a nuestro juicio, ignorados por la opinión pública en general. Sin embargo el conjunto de la sociedad leonesa tendría que estar bien informada para poder valorar, en su justa medida, el precio real que habrá de pagar por los desarrollos urbanísticos que la Diputación de León pretende en Leitariegos, San Isidro, San Glorio... Lugares protegidos, situados dentro de parques naturales, joyas de nuestra geografía amenazadas por el martillazo de la especulación. Es prioritario reclamar al Estado Español el cumplimiento de la Carta de las Montañas y del Convenio Europeo del Paisaje. Hay que exigir la aplicación urgente de una moratoria en la construcción de nuevas estaciones de esquí, infraestructuras y urbanizaciones complementarias, así como en la ampliación de las existentes, fomentando modelos no expansionistas de esta modalidad deportiva, que aseguren su práctica sin comprometer la biodiversidad, el paisaje, así como los bienes y servicios ambientales de nuestras montañas.

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