Mar de oportunidades

TAN CERCA y tan lejos. Cada vez que se juntan un leonés y un asturiano se comenta lo que podría haber sido y no fue aquel proyecto de comunidad autónoma astur-leonesa, o se habla sobre los lazos afectivos y culturales que unen a los habitantes de ambas vertientes de la cordillera, mucho más naturales y arraigados que los que ahora intentan dibujar sobre un holograma algunos historiadores a medida, en plantilla de fundaciones públicas, para vertebrar -al menos en cuanto a su identidad- una comunidad política demasiado extensa, disgregada, sin cohesión económica y social. Agua y aceite. Al margen de nostalgias sobre lo que pudo ser y no fue, ni los políticos ni mil fundaciones pueden cambiar la geografía, pese a lo cual los ricos flujos personales entre cismontanos y transmontanos no tienen una continuidad en lo económico. León, y también Zamora, miran con resquemor y hasta cierta envidia el progreso del eje Valladolid-Palencia-Burgos, y dan la espalda a una Asturias con la que compartieron décadas de crisis, pero que ahora da muestras de un dinaminsmo que debe encender la mecha de la iniciativa a este lado del Negrón. El nuevo puerto de Gijón, cuyas obras ya han comenzado con una inversión de casi 600 millones de euros que en menos de cuatro años lo convertirán en un referente del Atlántico, debe ser también el puerto de León. Los apenas 150 kilómetros de distancia resultan ridículos con las comunicaciones del siglo XXI, y León debe aprovechar la oportunidad histórica para convertirse en una plataforma natural de los flujos comerciales que genere en ambas direcciones.