Diario de León
Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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NO ES que el señor Pasqual Maragall me provoque una simpatía vehemente. Me parece un zorrino plateado que va siempre a lo suyo, que no es lo de todos. Además no le entiendo la mitad de lo que dice cuando habla en el idioma de Cervantes y mucho menos de la cuarta parte cuando habla en el idioma de Plá. Pero, por una vez, me ha suscitado una cierta compasión al ver esa fotografía en la que aparece abatido, tapándose el rostro con las dos manos porque no tiene más. La crisis abierta por el hundimiento del barrio del Carmel, el Carmelo para los íntimos, que provocó el desalojo de mil personas, ha suscitado un áspero debate parlamentario y Pasqual se fue de la «muí». Acusó a CiU del cobro del 3 por ciento de comisiones en las obras públicas. Se formó la gorda, como siempre que una verdad escueta se arriesga a comparecer bruscamente en determinados ámbitos. Maragall tuvo que rectificar para salvar el Estatuto, que al fin y al cabo le importa más que los vecinos. Se buscan culpables. Siempre que algo sale mal tienen que rodar cabezas, sin tener en cuenta ni su responsabilidad ni su contenido, pero la corrupción es bicéfala, ya que todo corrupto precisa de un corruptor. De momento se ha suspendido el contrato con las constructoras y se ha aceptado la dimisión de dos altos cargos. Nadie debe extrañarse de que paguen justos por pecadores: son piezas más raras. Pecadores hay muchos y los justos escasean. Eso hace que los trofeos sean más valiosos. El hundimiento del túnel puede meter en otro, aún más oscuro, a algunos políticos. Todos han salido agrietados, como los pisos del barrio. El presidente de la Generalitat por hablar con ligereza y sin pruebas y Artur Mas por acudir al chantaje inmediato y amenazar sobre la marcha. Hay que reconocer que han elegido una profesión tan dura que requiere una similar dureza facial, pero la pela es la pela y el 3 por ciento es el 3 por ciento. Ni más ni menos. Más.

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