AL TRASLUZ
Chistes con lodo
SI TE DESCUIDAS te atizan un chiste sobre las tonterías del ministro Moratinos. Todo muy español, hasta porque Moratinos no es tonto. El humor, lo hemos escrito en varias ocasiones, también ha de estar comprometido con la ética, aunque su forma de relacionarse con ella sea mucho más libre. Le toca ahora a él, como antes les tocó a Morán y a Esperanza Aguirre. Ninguno de ellos etiquetables como tontos, salvo por los que sí lo son. Los mismos chistes con distintos nombres, sacados del museo del desprestigia que algo queda. Ni siquiera pueden ser considerados espontáneas manifestaciones de nuestra crueldad colectiva, pues son pura consigna, difundida con la desinteresada ayuda de los juglares de la envidia. Todo poder es criticable, y tiene su lado risible, pero, desde la verdad, porque el humor, lo que merece tal nombre, también se rige por leyes, y no me refiero a las que dictan los jueces. Aquí va una de ellas: es más fácil ser cruel que compasivo. Otra: dime de qué te ríes y te diré tu código de valores. Una más: no dañes por dañar. Mucho enorgullecerse del Don Quijote , pero lo nuestro es seguir apaleando caballeros andantes, y de paso al escudero, incluso a Dulcinea si se pone a tiro. Dicha clase de chistes, sea quién sea la víctima, no son inocentes formas de humor de la calle, pues nacen en despachos y obedecen a un plan. Ojalá en España hubiese más tontos como Moratinos, pero abundan más los expertos en arrasar molinos, en creer que la estrecha calle en la que viven es el mundo. Soy el dueño de mi risa. Mañana le tocará a otro, podrá argumentarse. Diré lo mismo: soy el dueño de mi risa, no escucho chistes hechos con lodo.