Diario de León
León

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AQUELLO que escogemos para fondo de escritorio en nuestro ordenador nos delata. Quien esto escribe lo selecciona aplicando rigurosas normas de olimpo particular. Un credo personal: E astwo od en su personaje de Millon dollar baby, Irving Berlin en su piano, Verdi, el último fotograma de Centauros del desierto (John Wayne contemplando la puerta que no ha de traspasar, rotunda metáfora de que algunos hombres nunca encuentran la paz que anhelan, porque salen a buscar fuera lo que han de resolver dentro d e sí mismos , como no s desvela l a canción de la película ), Or son Welles como Falstaff, Callas en La traviata , Astaire en Sombrero de copa , mi padre, Vela Zanetti vestido de teniente del ejército republicano, Tolkien... en fin, lo reconozco, tengo un elevado sentido de la hospitalidad y en la pantalla de mi escritorio no instalo a cualquiera . S upongo que habrá quien tenga a Arzallus, incluso al famoso Tigre de tentaciones , pero yo no contamino así mi ordenador, hasta el más humilde byte merece piedad. En mi pantalla reina el orden estético y ético en el que creo, una suma abierta de ellos, con la única exclusión de la tomadura de pelo, de la mentira institucionalizada, del tinglado. Mahler es compatible con Van Morrison, aunque ninguno de ellos lo es con esos espejismos que ocupan ya más extensión que los desiertos reales. Sí, me saluda Frankie Dunn, el último personaje de Eastwood, envuelto en las sombras de la duda. Luego, va mi hijo Eduardo y me lo cambia por Ronaldinho... pero eso son ya los golpes que uno asume con una sonrisa... porque el amor nos hace avanzar en la tormenta. Y es luz que nos guía, incluso en la red.

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