EL MIRADOR
El socavón que se hizo montaña de problemas
ALGÚN DÍA, el caso Carmel será para estudiar en los libros, como demostración de la extrema politización de un suceso urbano. Se pretendió resolverlo todo cerrando el cráter y enterrándolo todo en hormigón. Pero ya se están produciendo las primeras declaraciones políticas y el intercambio de acusaciones. Se insiste en «la herencia recibida» del largo período pujolista. Y eso es lo que, finalmente, aparece con estrépito en el Pleno del Parlament, cuando Maragall, cediendo a la insistencia de Artur Mas para que se moje y se comprometa en soluciones, proclama que «el problema se llama tres por ciento», en referencia a lo que ha sido una sospecha-creencia-noticia extendida en la política española, a saber, que los políticos de CiU cargaban y percibían un porcentaje de comisión a las constructoras sobre cada una de las obras que encargaban. Un «impuesto revolucionario» o una extorsión corriente y normalizada, asumida y aceptada, que venía a suponer una importante contribución a las arcas de la federación de partidos que han gobernado Cataluña casi un cuarto de siglo, y al bolsillo particular de alguno de sus dirigentes, según ese clamor popular. Pero el alboroto ya está montado y es grandioso. ¿En qué punto se encuentra? En que aquel cráter inicial es una montaña de conflictos y problemas de toda naturaleza: Maragall ve en tela de juicio su propia capacidad de liderazgo y capacidad de mando, no sólo en la opinión catalana sino en su propio partido, el PSOE, que, ahora sí, tiene el valor de presentarle cara a las excesivas pretensiones autonomistas y de financiación privilegiada para