Diario de León

CON VIENTO FRESCO

A don Dámaso, con mi recuerdo

Publicado por
JOSÉ A. BALBOA DE PAZ
León

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ERA GALLEGO, había nacido en Acibeira, al lado de Puebla de Trives, en 1925; además ejercía de tal. Hablaba con pasión de su tierra, leía asiduamente La Voz de Galicia , escuchaba música gallega, y hasta en ocasiones hablaba la lengua de Rosalía. Fue el mejor propagandista de la bica, ese sabroso bizcocho de Trives, que regalaba a manos llenas. Iba a menudo a su tierra a respirar el aire de las montañas y a conversar con sus viejos amigos. Pero cuarenta y dos años en Cacabelos, treinta y ocho como párroco, lo hicieron un convecino más, con hondas raíces en la villa del Cúa. Aquí enterró a sus padres, se casó su hermana y nacieron sus sobrinos. Por eso quiso ser enterrado aquí, en el cementerio en el que durante años acompañó a centenares de feligreses a su última morada. La emotiva ceremonia de su entierro, concelebrada por el obispo de Astorga, a la que asistieron 109 compañeros y centenares de personas, fue la mejor expresión del cariño que despertaba. Don Dámaso Núñez, que se ordenó de sacerdote en 1951 tras los estudios en las Ermitas y Astorga, vino a Cacabelos en 1963, después de un decenio como coadjutor en la Encina de Ponferrada, ciudad en la que fue profesor en el instituto Gil y Carrasco. Allí, como alumno, lo conocí yo el año anterior a su llegada al pueblo. Era un sacerdote joven, lleno de vida y de ilusiones pastorales, que buscaba cambiarlo todo, como todo lo estaba transformando el Vaticano II. Tenía un gran atractivo personal, electrizaba a todos por su verbo elocuente, una perfecta dicción y un mensaje claro y bien construido. Encajó muy bien entre la juventud, a la que supo atraer con reuniones animadas en el hotel Miralrío, en las que se discutían todos los asuntos que interesaban a los jóvenes; con las obras de teatro, una de las cuales me encargó que dirigiera; y con excursiones, alguna en moto a Santiago de Compostela. También fue un buen animador de los Cursillos de Cristiandad, dirigidos a personas mayores. Don Dámaso fue un sacerdote muy impregnado del espíritu del concilio. Aunque su formación era, evidentemente, preconciliar, se adaptó bien a los profundos cambios que supuso el Vaticano II. Con él la Iglesia buscó definirse a sí misma para ir al encuentro de un mundo en cambio y lograr cumplir mejor sus fines de evangelización. Cambió la liturgia, con misas en el idioma vernáculo; la pastoral, enfocada a sectores antes algo abandonados, como la juventud obrera; e incluso aspectos del dogma, como la cristología, acercándose a un Cristo más humano y Liberador; pero sobre todo cambiaron los esquemas con los que la Iglesia debía adecuarse a un mundo en transformación, un mundo más ecuménico, y que se secularizada a pasos agigantados. No todos pudieron hacerlo, y muchos sacerdotes abandonaron su ministerio. Hubo dudas e incluso nostalgia por el mundo que periclitaba. No ocurrió así con los firmes en su fe, que redoblaron sus esfuerzos y trabajaron desde la parroquia o la enseñanza aún más denodadamente en esa nueva evangelización. Así lo hizo Don Dámaso en aquellos primeros años después del concilio. Quizá una de las consecuencias del mismo fuera el falso divorcio entre fe y religión, como si se tratara de aspectos contradictorios y no complementarios, como realmente lo son cuando la piedad popular está bien encauzada, con fines pastorales. Don Dámaso no era muy partidario de la religiosidad popular y de sus manifestaciones públicas; tenía un discurso más centrado en los problemas sociales, en el papel de la familia y la educación -no en vano fue profesor en el instituto de la villa-, en la defensa a ultranza de valores morales cristianos. Por encima de todo, como diría don Jesús Álvarez, su sucesor, el día del entierro, fue un sacerdote volcado de una manera muy personal en los enfermos. Todos los días recorría las diversas plantas del hospital del Bierzo visitando a los de su parroquia, charlando unos minutos con cada uno de ellos, dándoles ánimo y consuelo. Creo que esto nadie podrá olvidarlo.

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