TRIBUNA
Repoblación y renta básica
MIGUEL ÁNGEL González, gerente del Círculo Empresarial Leonés (CEL), hacía un mal presagio en éstas páginas ( Malos augurios para el nuevo año , Diario de León 10-1-2005). Según él, el principal problema al que se enfrenta nuestra provincia es la pérdida de población desde hace casi una década. Quiero hacer hincapié en este problema ya recurrente en cualquier sección relacionada con nuestra economía y los principales temas de que está hecha nuestra tragedia: reconversión minera, reforma de la PAC, desindustrialización, fuga de empresas, sustitución de mano de obra autóctona por extranjera más barata, carencia de infraestructuras, paro y precariedad... Ya conocemos las últimas cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadística (INE): encabezamos la pérdida de población con 3.278 personas menos en el padrón referido al 1 de enero de 2004 (Diario 31-12-2004). Pero no piensen que el declive demográfico afecta sólo a León. El sociólogo José Manuel del Barrio, de la universidad de Salamanca, dedicaba su columna dominical en La Opinión de Zamora a este mismo tema (2-1-2005); y nos recuerda que «la evolución de la población es un magnífico indicador para medir el desarrollo de un pueblo». Pensemos que Soria y Teruel también existen. El debate político se vuelve cruce de acusaciones y búsqueda de culpables cuando sale a relucir el asunto en relación con el protocolo de Kioto, el Plan del Carbón, Antibióticos, Lagun Air, o la instalación del Inteco. Las peleas vienen de antiguo, ¿recuerdan ustedes cuando el PSOE acusaba a Lucas de estar vaciando la autonomía, mientras que Amilivia achacaba la pérdida de población a la crisis del carbón? (20-3-1999). ¿Recuerdan las críticas del señor De Francisco a los «ladrones» de Valladolid? Hoy nuevas voces se suman al conflicto: el Consejo Comarcal del Bierzo reclama un plan integral que mitigue la pérdida de población en la comarca; la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) reclama a la junta una «política agraria propia» para evitar el «despoblamiento imparable» del medio rural. Hay hasta quienes presumen de «reconversión minera bien hecha» con publirreportajes a toda página (Diario de León, 30-12-2004, C6) que me traen a la memoria la avidez por la caza de subvenciones, y estafas sonadas como la de Petrogulf . Resulta inquietante, en este contexto, que la Comisión sobre Población creada por las Cortes de Castilla y León para buscar soluciones al problema no haya dado resultados, como ya denunciaba el secretario regional de Upa, Julio López, en estas mismas páginas (28-12-2004). Todavía tendremos que esperar a que los partidos presenten sus estudios y conclusiones el próximo 1 de marzo. Además, dicha Comisión no parece interesada por la participación ciudadana, ni siquiera por la de los denominados «agentes sociales y económicos». Para muestra un botón: Arenci (Asociación Renta Ciudadana) ofreció la pasada primavera su aportación a dicha comisión, obteniendo la callada por respuesta. Pero la sangría no para y las soluciones que ya se apuntan -inversiones públicas y planificación de políticas natalistas y de inmigración (Diario 22-2-2005)- desgraciadamente, son insuficientes, cuando no obsoletas o manifiestamente ineficientes para acabar con el paro y la despoblación, especialmente en el campo: los empleos subvencionados duran lo que la subvención, los inmigrantes prefieren la ciudad, y cada vez más hembras de esta selva prefieren abortar para no cargarse de hijos que impidan su desarrollo profesional. Lo mismo pasa con las respuestas usuales desde el paradigma económico neoliberal: crear puestos de trabajo artificialmente, como un producto más de consumo, resulta ineficaz y aumenta la inflación. Las propuestas de retrasar la jubilación y reformar las pensiones provocan la ira de la ciudadanía; y duplicar la inversión en innovación supondrá a la larga sustituir más mano de obra por máquinas, con la consiguiente exclusión social de más parados forzosos, y menos población rural, si no se aplican medidas correctivas que, al mismo tiempo, respeten el libre mercado como sí hace la Renta Básica de Ciudadanía (RBC). No quiero cansarles con largas disquisiciones acerca de la RBC. Sólo pretendo recordar la propuesta de esta medida y suscitar el debate sobre su posible eficacia contra nuestra despoblación.Entiendo aquí por tal aquella renta que, con carácter universal, individual e incondicional, tiene por fin garantizar unos ingresos mínimos para todos los ciudadanos, y que se constituye como el mínimo vital de subsistencia que toda persona o familia necesita. Según el filósofo Fernando Savater, la RBC «serviría para repartir el trabajo y aliviar las urgencias del paro, así como para dignificar distintas tareas imprescindibles pero que hoy carecen de salario (como las ocupaciones domésticas que llevan a cabo obligatoriamente todas las amas de casa). Sobre todo, convertiría el trabajo remunerado en una empresa optativa y graduable de acuerdo con las ambiciones de cada cual, para que deje de ser la tradicional maldición bíblica obligada por la subsistencia». Quien quiera profundizar en la medida puede consultar el novedoso enfoque que propone Ramiro Pinto Cañón en «Los fundamentos de la Renta Básica y la perestroika del capitalismo» (Madrid, Entinema 2003) y confrontarlo con el que expone Rafael Pinilla Pallejà en «La Renta Básica de Ciudadanía» (Madrid, Icaria). La repoblación no se conseguirá repartiendo subvenciones a las empresas para crear empleos prescindibles como un bien más de consumo; ni tampoco modernizando los regadíos para cultivar nuevos productos excedentarios. La ciencia y la tecnología han incrementado la eficacia del trabajo y, por consiguiente, la productividad. El modelo de crear empleo para distribuir la riqueza está agotado. Quienes siguen proponiendo soluciones fracasadas no comprenden que la realidad ha cambiado, y que ya no es a través del empleo como se extiende y redistribuye la riqueza. De ello se encargan principalmente los directores de la economía global claramente dominada por la especulación. La alternativa pasa por desarrollar a la par los beneficios personales y los sociales. La cuestión es cómo hacerlo sin interferir en el libre mercado y la RBC es la respuesta.