EN BLANCO
Tiempos modernos
EL GRAVE EMPACHO de bienestar que afecta a nuestra sociedad se traduce, hablando en términos televisivos, en una serie de programas y memeces varias que, por así decirlo, son más vulgares que el palo de una escoba. Si levantara la cabeza el pobre Charlot, que creyó hacer una caricatura definitiva de la alienación humana en su película Tiempos modernos, una sátira de la incipiente mecanización de la época, se quedaría pasmado ante este mundo acelerado y absurdo del trabajo basura, comida basura y, lo que es peor, gente basura. El ojo corto de la televisión ha apostado definitivamente por la generación de los reallity-show, compuesta por una cuadra mongola volcada en el noble arte de hágase-rico-rápido, sabia filosofía educacional que nuestros jóvenes equiparan sin desdoro con las luces del conocimiento y la sabiduría. Y así son muchos de ellos, dignos aspirantes a participar en un concurso de gruñidos para imitadores de cerdos. La verdad es que cada vez quedan menos ideas a la hora de entretener al espectador, un tanto desencantado ante los excesos de la cultura del coito que le meten por los ojos, o esas trifulcas barriobajeras en las que siempre sale perdiendo el más educado y prudente, pues ya se sabe que siempre es mejor perder una discusión que un ojo. Ahora mismo están preparando en Alemania un Gran hermano donde los concursantes permanecerán encerrados de por vida, divertida propuesta que competirá en la parrilla televisiva con una carrera de espermatozoides, en vivo y en directo. Dos proyectos que parecen ideados tras una copiosa ingesta de setas alucinógenas, pero que sin duda reventarán los índices de audiencia. Que Dios nos pille confesados. 1397124194