No van en el mismo tren

DÍA 8 de marzo. Hace un año, en esta fecha, los terroristas lo tenían todo preparado: los teléfonos, la munición, las mochilas. Nadie fue capaz de percibir sus movimientos. Las pistas que habían dado los confidentes habían sido menospreciadas por la policía y la guardia civil. Pero los asesinos habían iniciado su macabra cuenta atrás hacia el día de la matanza. ¿Sabéis cuántos agentes de los cuerpos de seguridad teníamos destinados a la investigación y seguimiento del terrorismo islamista? No pasaban del medio centenar: la cuarta parte del número de víctimas que los asesinos provocaron. Ha pasado un año. Poco tiempo, si se piensa que todavía hay heridos que requieren atención periódica en los hospitales. Pero mucho tiempo, si la referencia es una sociedad que demanda unidad, coherencia y generosidad de sus representantes políticos: tres palabras que han sido sistemáticamente negadas en estos doce meses. El cartel que evoca aquella tragedia lleva el titular del día 12 de La Voz de Galicia: «Todos íbamos en ese tren». Sin embargo, no todos los partidos han conseguido viajar en un único tren en que cupieran las conclusiones y aspiraciones de todos. Al revés: se han formado dos bloques que, a la espera de lo que hoy diga Mariano Rajoy en Sevilla, resultan irreconciliables. A un lado, el PP. Al otro, los demás. Un año después, el PP se sigue considerando víctima de conspiraciones sucesivas. Conspiraron contra él los terroristas: «el atentado se cometió para influir en las elecciones», decía Rajoy hace sólo 48 horas. Y ahora conspiran los demás partidos, que tratarían de dejarlo en soledad parlamentaria; como el gran marginado entre los demócratas; como si tuviera razón Arnaldo Otegi cuando lo califica como «extrema derecha». De esta forma, veremos dos tipos de conclusiones; dos tipos de recuerdos de la matanza; dos formas de analizar lo sucedido; dos formas de preparar la lucha contra el terror. ¿Os parece razonable? No lo es. Cada bloque tendrá sus razones, sin duda serias, para mantener su postura. Es difícil no justificar a un PP dolido porque no se atendieron sus demandas de comparecencias en la comisión. Es difícil justificarlo por haberse quedado fuera. Pero también es muy difícil justificar a los demás por ponerse a redactar un documento de vocación unitaria sin contar con una fuerza política de diez millones de votos. Salvo que todos hagan un último esfuerzo de generosidad, estamos ante una gran decepción: el interés de partido se vuelve a imponer al interés general. No todos van en el mismo tren. No alcanzar la unidad ni para redactar unas mínimas conclusiones supone un hito en la historia reciente: un hito de egoísmo. Y un toque de incompetencia.