Diario de León
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FEDERICO ABASCAL
León

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SI SE EXCEPTÚAN el descanso dominical y el deporte aerostático, en el resto de las actividades humanas se muestra el PP decidido a hacer una fortísima oposición. El PSOE tardó dos legislaturas en recuperar el poder político, y la dirección popular, con su dinamismo reñidor, intentaría vivir el menor tiempo posible a la intemperie. No se ve ningún espacio en el que pueda disfrutar el Gobierno de una tregua política. Donde está dando el Partido Popular una batalla en la que no sabe bien cómo podría ganar es en torno a la tragedia del 11-M, tanto en los variados campos de su investigación como en el de las víctimas que esa acción terrorista y otras anteriores, etarras mayoritariamente, han producido. En el Senado pudo medirse ayer, utilizando un altímetro obviamente subjetivo, el nivel al que el PP pretendería elevar la agresividad de su oposición. Vaya por delante que en países de tradición parlamentaria muy asentada, la oposición renuncia a la piedad política, y dedica al Gobierno frecuentemente una crueldad inhumana. Pero sin dañarse al mismo tiempo a sí misma. Porque ayer pudo dañarse a sí mismo el PP cuando uno de sus parlamentarios arremetió en el Senado contra Gregorio Peces-Barba, alto comisionado para la Víctimas del Terrorismo, exigiendo al ministro del Interior que, si el citado comisionado no tenía la dignidad de dimitir, el Gobierno lo cesase. Y si no se le cesaba, que tuviera el Gobierno, al menos, la «decencia moral» de cambiar el título del cargo, denominándolo Alto Comisionado para el Diálogo y el Amparo de los Verdugos Terroristas. El argumento del parlamentario popular, cuyo nombre se omite aquí porque en esta columna no se delata, consistió en que «Zapatero había nombrado a Gregorio Peces-Barba con la misión no de defender a las víctimas sino de dividirlas, silenciarlas y neutralizarlas». El ministro respondió brevemente al senador diciéndole que «Usted tendrá que responder ante una ciudadanía que en su mayoría sabe perfectamente bien quien es Peces-Barba». Pero nadie responde de nada ni de nadie cuando el enfrentamiento político se lleva no sólo al terreno personal sino al de una granizada de juicios de valor moral que, más que difamación, son pura calumnia. La oposición dura/dura no ha hecho más que empezar, por lo que sucesos como el de ayer en el Senado podrían ser frecuentes a partir de ahora en esta legislatura, en la que unas recomendaciones de la comisión parlamentaria sobre el 11-M, no firmadas por el Partido Popular, se califican por el máximo líder popular de «fraudulentas». A veces se sobrecoge el ánimo.

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