Deber y memoria

CON EL respaldo de todos los partidos, el Ayuntamiento de León aprobó ayer la creación de un monolito que honre la memoria de los ejecutados con motivo del golpe militar de 1936. Se continúa así con línea  coherente, iniciada por Amilivia, continuada por Fernández, y retomada de nuevo por aquél. No hay por tanto nada de lo que asombrarse,  aunque sí hay motivos para enorgullecernos, pues es una decisión que nos honra como ciudadanos. La política, dentro de su intensa complejidad, incluso de la crueldad que  la caracteriza, también presenta ocasiones para el compromiso, para hacer pequeñas grandes acciones.  Gestión y gesto, me gusta a mí definirlo. La guerra civil sigue siendo una lección irrenunciable,  pues tan malo como olvidarlo todo es recordar en demasía, sin depuraciones. De ahí la importancia de la moderación, que no debe confundirse con descafeinar los hechos. Hay que repensar la guerra, admitiendo el efecto del paso del tiempo, su distancia. Los españoles somos demasiado proclives a hacer las cosas por identificación o por rechazo, pero también es hermoso actuar por sentido del deber. Algo quedó en su día pendiente, y nos toca a nosotros resolverlo. Hace unos días vi en una televisión local un reportaje que me apenó, por la distorsión de sus planteamientos; partía de la disparatada hipótesis de que el Gobierno en su proyecto laicista podría llegar a prohibir las procesiones de Semana Santa. Vaya barbaridad sin fundamento. Recordemos, pero sin jugar con las viejas tormentas, no vaya a ser que haya algún trueno aún vivo.  El camino a seguir lo está marcando el Ayuntamiento , esta vez con el  Foro de la Memoria. Enhorabuena a todos.