Diario de León
Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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MIREN ustedes por dónde, quién nos lo iba a decir, el Alto Comisionado para las Víctimas del Terrorismo ya tiene por fin quién le defienda. Pilar Manjón, que nos conmovió a todos, «que tanto puede una mujer que llora», ha criticado con dureza las conclusiones de la comisión parlamentaria, que en su opinión son un «parcheo», y sólo ha salvado a don Gregorio, que les ha brindado todo su apoyo y cubierto uno de los vacíos asistenciales más hondos. Por lo demás, Pilar no ha dejado títere con cabeza y de paso nos ha hecho sospechar que allí hay menos cabezas que títeres. Pilar denuncia que el sistema público de salud no atiende las necesidades de los heridos y que no se está haciendo todo lo humanamente posible por saber toda la verdad del inhumano atentado terrorista. Esta mujer ha transformado su dolor en valor y acusa a nuestra mediocre y bullidora clase política de estar más preocupada por las ventajas que puedan darle las víctimas que por el esclarecimiento de los hechos. También alude al desamparo de los heridos, tanto en el cuerpo como en el alma, ya que se han recortado en más de la mitad el número de profesionales en salud mental, como si el estrés traumático tuviera fecha de caducidad. No se ha inventado, por desgracia, un sismógrafo capaz de medir la intensidad de la pena. Se piensa que su epicentro no está en el corazón, que es un pobre músculo liso, sino en la memoria, que se convierte en una terca abeja que vuelve una vez y otra, de día y de noche. Las heridas interiores obligan a una convalecencia eterna. Para acabar de complicarlo todo, tampoco existe un artilugio apto para medir la duración de la piedad. Compadecer cansa. Y salvado el primer impulso, que está comprobado que siempre es generoso en las personas de bien, se ponen en juego unos resortes de autodefensa que nos hacen procurar el olvido. El sistema público de salud está seriamente enfermo.

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