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JUAN F. PÉREZ CHENCHO
León

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TAL DÍA como ayer, 14-M, se cumplió un año de las elecciones generales. Unas elecciones que perdió el PP y ganó el PSOE. Parece una obviedad, pero no. Las perdió el PP porque estaba seguro de ganarlas sin bajarse del autobús. La estrategia de campaña, sin entrevistas, sin debates televisivos, sin mojarse en casi nada, lo que se denomina de «baja intensidad», así lo prueba. Y las ganó el PSOE porque cada día de campaña crecía en la intencionalidad de votos. Ya el día antes de la tragedia del 11-M, dos consultorías pronosticaban el empate técnico. Un año después, la diferencia de cinco puntos en los votos obtenidos entonces por los socialistas se ha consolidado y se ha ampliado. Y mientras el Gobierno socialista se va asentando, la oposición de Rajoy, Acebes y Zaplana está cada vez más desprestigiada. Lo publicitan las encuestas, no yo. Eso confirma dos cosas: 1) Que la influencia de los atentados del 11-M en las opciones de voto de los ciudadanos fue bastante menor de lo disgnosticado. Y 2) Que mientras el PP no cambie de cúpula dirigente y se reoriente al centro/derecha, no tiene ninguna posibilidad de disputarle el triunfo electoral al PSOE. Son ya muchos dirigentes intermedios y provinciales del PP los que, en voz baja pero con firmeza, visionan la vuelta de Rodrigo Rato para el próximo otoño. No se puede, argumentan, ganar el futuro con quienes se quemaron en el pasado reciente. Es el primer aniversario de las últimas elecciones y dentro de un mes lo será también del Gobierno ZP. Muchos colegas ya han analizado los primeros once meses del Gobierno, con sus luces y sus sombras. Yo no voy a profundizar en ello. Tiempo habrá. Hoy es obligado mirar a un tema de rabiosa actualidad. En Marbella la policía, el juzgado y la fiscalía especial antimafia están desarrollando una extraordinaria operación para desarticular la mayor red de lavado de dinero mafioso que se ha conocido nunca en Europa y, posiblemente, en el mundo. Hubo un tiempo con Gil y Gil en que la Costa del Sol se convirtió en un paraíso para los grandes delincuentes y su dinero. Hay que recordar que, en sus extrañas prácticas políticas y urbanísticas, Jesús Gil estuvo amparado por algunos jueces, medios de comunicación y por una parte de la derecha española, mientras se restablecían todas esas mafias a través de sociedades con domi cilio en Gibraltar. Hace una década, Jesús Quintero, alias «El loco de la colina», tras almorzar en «Antonio», me llevó a una plaza marbellí de lujo. Todo en mármol. En el centro se levanta un monumento a la libertad de expresión. Un insulto. Me insinuó entonces que Marbella era ya una gran cloaca. Ahora estará feliz: por fin ha visto a los jueces decididos a acabar con una situación tremenda ya diagnosticada por él: en Marbella no hay mendigos ni pobres, pero hay muertos por ajustes de cuentas todas las semanas. Dando ejemplo de limpieza en la Costa del Sol es como un Gobierno tendrá además autoridad para exigirle a Gran Bretaña que Gibraltar deje de ser el paraiso fiscal y base de operaciones legal del dinero procedente de la delincuencia de medio mundo. Y además, por razones de legalidad y moralidad públi ca, también porque es necesario extirpar los tumores mafiosos antes de que infecten a más grupos sociales y al aparato del Estado. Ya era hora de que empezara la limpieza.

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