Y, al fondo, los bancos

CADA VEZ que se descubre una trama de lavado de dinero, o se pone al descubierto la fortuna amasada por algún sátrapa, aparece un banco, dos bancos, tres bancos, cuyos responsables, con expresión inocente, dicen que ellos desconocían la procedencia del dinero. Desde luego, cuando un representante de la mafia internacional va a depositar unos cuantos millones de euros a un banco, no le dice al director: «Mire usted, ganamos tanto dinero con la explotación de las putas, el juego clandestino y el tráfico de drogas, que vamos a depositar esta importante suma de dinero en esta institución, porque nos parece seria y solvente». Así mismo, es cierto que los banqueros no son policías, ni tienen la obligación de investigar. Otrosí, los banqueros no suelen mirar la cara del dueño del dinero, sino la cantidad de dinero y el aspecto del cheque. Pero aun siendo todo eso verdad, me gustaría saber en cuántas ocasiones un banquero ha llamado a la policía, porque las actividades de un cliente le resultaran sospechosas, o, por ser más precisos, qué sucede cuando un bancario, es decir, el empleado de un banco, manifiesta sus sospechas sobre algunas operaciones, y cuál es la reacción del banquero ante esta información. Dicen que el amor, el dinero y el humo no pueden esconderse. No es del todo cierto. El dinero se esconde en los bancos. Y, si el dinero que procede del crimen estuviera a la intemperie, sería muy fácil seguir la pista de los criminales. Pero mientras los banqueros obedezcan al principio de que todo el que tiene dinero es respetable, seguiremos sin tenerles respeto. Y ellos seguirán mudos.