DESDE LA CORTE
El gran ojo del Estado
SI QUIERES que algo no se sepa, ni lo pienses. Algo así deben estar cavilando en el mundo radical vasco. Ayer mismo, este diario publicaba las palabras de la dirigente de Batasuna Jone Goirizelaia, que estaba absolutamente segura de que no había pruebas para impedir que la «lista blanca», Aukera Guztiak, se presentara a las elecciones del 17 de abril. «Conde-Pumpido, decía, tiene un problema, que es probar lo que es improbable». Y lo conminaba a revelar «qué persona de Batasuna, en qué cárcel y con qué dirigente de ETA ha estado». Para mostrar esa certeza y expresarla como un reto al Fiscal, hay que haber preparado muy bien esa lista. Se nota que el entorno etarra la trabajó a conciencia, con nombres limpios de todo antecedente y con una discreción que les parecía impenetrable. ¡Qué ingenuos! En estos tiempos, el gran ojo del Estado lo ve todo. El gran oído de los servicios de inteligencia lo oye todo. Ven y oyen tanto, que da miedo. Espero que el control que han demostrado sobre personas, conversaciones y encuentros se ejerza sólo sobre personas sospechosas, y con autorización judicial, y no sobre el común de los ciudadanos. El conjunto de indicios contra la lista blanca que la Audiencia Nacional ha puesto en manos de la Fiscalía para demostrar su relación con ETA es espectacular. Son sólo cinco; pero producen la sensación de que el mundo radical vasco no se mueve una hoja sin que lo conozcan las autoridades. A los efectos que se buscan (impedir que esa lista concurra a las elecciones), parecen bastante esclarecedoras. Ya no estamos ante esa conversación en la cárcel que cita Goirizelaia. Estamos ante un conjunto de hechos, reuniones y confesión de objetivos que hacen indudable la trampa. No lo dudábamos: todo el mundo sabe que estamos ante una Batasuna-B; pero un juez y un tribunal necesitan más que convicciones morales. Así que, visto lo visto, démos por terminada la aventura electoral de la lista blanca. Alegrémonos de que una trampa bien montada no haya servido para engañar al Estado. El pez de Batasuna ha muerto por su boca en su estrategia de engaños. Y digamos, de paso, que Ibarretxe ha caído en una vileza impropia de su cargo: piensa que todo lo que ocurra «dependerá de los cálculos electorales del gobierno socialista». ¿Cómo se puede ser tan cínico? Aquí la única forma de poner en peligro la victoria electoral del Partido Nacionalista Vasco sería permitir que Aukera Guztiak se presentase. Si hay alguien beneficiado por impedirlo, es Ibarretxe, que se puede quedar con el voto nacionalista e independentista. Por tanto, también Ibarretxe es el beneficiado por el buen funcionamiento del Estado de Derecho. No le pedimos que lo agradezca. Pero, por lo menos, que se calle.