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Publicado por
JOSÉ CAVERO
León

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ENSEGUIDA se hace un pareado, dispuesto para ser proclamado a gritos en cualquier movilización de ciudadanos más o menos airados: Carrillo de homenaje, Franco al garaje. Ése, por ejemplo, que se le ocurrió a un informador que resumía la madrugada madrileña del miércoles al jueves, cuando unos cuantos ciudadanos tributaban un inesperado homenaje al antiguo dirigente comunista, Santiago Carrillo. Fue ocurrencia y decisión de unos cuantos ciudadanos, más o menos relevantes y significativos políticamente, que celebraron un festejo en torno al veterano fumador de Peter Stuyvesant. Don Santiago, en nuestros días, es eso: Un anciano que es memoria viva de otro tiempo, que consume su ocio como escritor de memorias y como fumador empedernido, a partes iguales. Me han preguntado algunos jóvenes colegas estos días qué es esa historia de que Carrillo mató a personas en Paracuellos del Jarama... Se pierde a gran velocidad la memoria histórica. En cuanto a Franco y su estatua, es seguro que a la mayor parte de los ciudadanos el hecho de que haya sito retirada del lugar que ha ocupado tanto tiempo le habrá resultado irrelevante o intrascendente. Le da igual. A otro grupo de españoles es seguro que les habrá complacido vivamente este nuevo derrocamiento del dictador. Y tampoco han faltado quienes han expresado su vivo malestar por la decisión del Gobierno socialista. En particular, el PP, decidido a hacer oposición, no ha perdido la oportunidad que se le brindaba, y acusa a los socialistas de cooperar a la crispación del país y a alentar «las dos Españas enfrentadas». Probablemente no es para tanto, pero tampoco es una opinión demencial e improcedente. Hay controversia y división de opiniones... Otras ciudades donde todavía tienen monumentos, calles, plazas, dedicadas al caudillo es imaginable que piensan actuar de parecida manera, y que la estatua que ordenó quitar la ministra Magdalena Álvarez tendrá pronto algunas otras de compañeras de depósito y destino final. El debate es interminable: ¿Vale la pena mantener esos restos del pasado, o es más conveniente remozar y poner al día las ciudades también en esos aspectos de la caduca nomenclatura y de las representaciones históricas? Va de gustos y de inclinaciones políticas, naturalmente. Unos han exclamado el «ya era hora», y hasta hay vídeos que reflejan el notable contenido etílico de algunos de quienes celebraron el acontecimiento. Otros, por el contrario, salieron a la calle para protestar por el hecho de que, en cambio, aún quede alguna figura de la república o del socialismo histórico en calles y plazas de la ciudad. Cabe confiar que la sangre no llegará al Manzanares por controversias de esta naturaleza.