TRIBUNA
Un mensaje de solidaridad
JUEVES SANTO: amor, paz y pan. Este trinomio de vocablos son la esencia del cristianismo. El mensaje de Jesús, no es sólo religioso por muy importantes que son Dios y la fe. La doctrina de Jesús es más amplia. Abarca a todas las circunstancias: espirituales, humanas y sociales. Así son los textos sagrados: con un lenguaje claro y sencillo, aunque recio de cumplir, se dirige a todo hombre y mujer con buena voluntad. El amor es como un gramo de medicamento que ejerce de milagro químico en la salud. Amor es generosidad y solidaridad. Amor es respeto a todo ciudadano, sin distinción de raza, color, cultura, género y religión. Amor, es la libertad que Jesús proclamó, hace dos mil años; y, aún hoy, es la antorcha y la meta en el mundo. Amor, es propiciar convivencia, evitar crispación y palabras ofensivas. Amor, es dignidad humana y derechos humanos y justicia social. Amor, es dar acogida al inmigrante honrado. Amor, son leyes nobles para la economía y mercados transparentes, educación, salud, cultura. Todo cuanto proteja al ciudadano. Amor, es como una «salsa» social, que propicia, la convivencia en armonía y alegría. La paz, es un derecho absoluto del hombre. La guerra es su grave enemigo. Es muerte. Es destrucción. Es hambre y enfermedades. Es la peor «peste» histórica; para las familias y para las naciones. Las guerras, salvo alguna excepción, son injustas e inmorales. Las provocan hombres soñadores de liderato, soberbia y superioridad. Sangre y miseria. El pan es, con el aire y el agua, el milagro de la vida, de cada día. El pan, es el conjunto de alimentos básicos. El pan, es educación, salud y vivienda digna. El pan, son comunicaciones y centros de productividad y empleo. El pan, es enseñar a producir e investigar. En el último siglo, por inventos sucesivos, imaginación, iniciativa e inversión; muchas naciones han alcanzado elevadas cotas de desarrollo. Algunos países alcanzan una renta media de más de seis millones de pesetas/año. y otras, del hemisferio sur, subsisten, como en el Neolítico, con 150 pesetas al día. Existe, un drástico contraste socio-económico que constituye el «pecado» social más importante de la Historia. Se falta a Dios y a la paz, al pan y al amor. Sólo es un problema de voluntad y de solidaridad y tener a Dios y al hombre, en nuestro caminar cotidiano. Hoy, la solidaridad mundial es muy baja. Así, es imposible despegar de la pobreza. Es más, cada año, aumenta cinco millones los que pasan hambre. Casi mil millones de ciudadanos, con alimentación mínima; muchos, hambruna severa. Cientos de miles de niños, mueren por falta de alimentos, medicinas y vacunas. ¡Una vergüenza y un drama mundial!. La cooperación, es ínfima. Un ejemplo, según una estadística: Noruega y Dinamarca, aportan el 0,9% (de su PIB), España, el 0,26%; Japón, el 0,23%; EE. UU. el 0,13%. Sobra capacidad de producción alimentaria para cubrir las necesidades de toda la población mundial. Promocionar, la educación, la salud, vías de comunicación, riegos e incipientes centros de producción y de cultura. Cuanto sea necesario, para alcanzar capacidad de trabajo, imaginación e inversión. Hoy, no hay países lejanos y opacos; y los pobres, conocen la opulencia, de sus vecinos del morte. Por ejemplo, Haití y EE. UU. o Etiopía e Italia-Europa. Mucho se debe de cambiar, con urgentes proyectos de cooperación mundial. Hoy, ya es tarde; pero aún a tiempo. Mañana, es demasiado tarde. Koffi Annan, secretario general de las Naciones Unidas debe de ponerse manos a la obra. Porque es evidente que tiene una gran responsabilidad. Una activa cooperación que debe ser no sólo competitiva, sino también participativa, de solidaridad, planificada con programas y plazos concretos para garantizar su eficacia. Millones de personas adultas e infantiles lo están implorando a grito y llanto. Es un SOS; les queda poca esperanza y sí mucha desesperación. Los misioneros, que hacen tantos sacrificios y «milagros», serían eficaces colaboradores. Además, se irían evitando las grandes corrientes migratorias. Se suavizarían los contrastes étnicos, culturales y religiosos que pueden llegar a engendrar gérmenes perversos que conducen a la delincuencia al robo, el asesinato y el terrorismo. Sin grandes sacrificios, para los países ricos podría comenzar la alborada en las naciones pobres que crecerían en dignidad humana, convivencia y alegría de vivir. Como el hurmiento, en el pan. Amanecería, cada día, la iniciativa, la imaginación y la ilusión. Sería, cotidiano, el Jueves Santo, que Jesús, proclamó y sembró. Semilla, que debe brotar en alguna primavera.