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JUAN F. PÉREZ CHENCHO
León

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EL PRESIDENTE de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, mantiene el ritual de sus antecesores. Aznar reunía a sus consejeros en el monasterio de Silos y Juan José Lucas en el parador de Villafranca del Bierzo. Herrera, en esta ocasión, ha llevado a los consejeros a Salamanca. Según él, para practicar una tormenta de ideas contra el Gobierno de la nación. El asunto no se sabe si es cómico o patético. Asegurar que el Gobierno de la nación está practicando agresiones al Gobierno autónomo no se sostiene, aunque el Fernández Llamas de turno vea otro paisaje desde su soledad. En realidad todos los días se ve y se contempla un trato exquisito, deferente, e incluso como se puede sintetizar en Miguel Alejo, delegado del Gobierno, soportando insidias y tergiversaciones. Ya hubiera querido cualquier gobierno autonómico, incluidos los de su partido, recibir este trato de José María Aznar cuando era presidente. Como se recordará, pasaron años y años sin recibir al presidente de la Junta de Andalucía, pese a ser la comunidad autónoma con más habitantes de España. Pero asisto a la procesión del Perdón y la nota aguda del cornetín casi me arranca una lágrima. En cuanto a la tormenta de ideas, también tiene su intríngulis. Porque, efectivamente, expresa a la vez una necesidad de ideas y una intención: provocar tormentas, aunque sean en un vaso de agua. Lo cierto es que la Junta de Castilla y León, teledirigida directamente desde Madrid por Ángel Acebes, lleva meses sin ejercer de Gobierno en la Comunidad Autónoma y dedicada a hacer oposición al Gobierno de la nación. El último ejemplo ha sido el desbroce del Peit, cuyo plazo de alegaciones finalizó anteayer. Han dedicado desde la Junta tanto tiempo a su descalificación, que se les olvidó coordinarse con las comunidades autónomas vecinas para hacer alegaciones coherentes. Y así va a ocurrir ahora que la Xunta de Galicia, en materia de Alta Velocidad, va a pedir algo contrario y diferente a la Junta de Castilla y León. Está claro que las grandes infraestructuras no pueden modificarse al saltar el mojón de cada comunidad autónoma. Queda, pues, en evidencia la esterilidad de la matraca que ha estado dando el consejero de Fomento, Antonio Silván, durante los dos últimos meses. Tengo en alta estima personal y política a Antonio Silván. Creo que es la joya de la corona del Gobierno de Herrera. Sin embargo, ni siquiera tras almorzar con él y estudiar en detalle el Peit, me han convencido sus argumentos. De todas las maneras, las comunidades autónomas deberían reconocer a este plan estatal que, por lo menos, han tenido tiempo para estudiarlo y hacer alegaciones. Algo impensable en época de Álvarez Cascos, cuando la arbitrariedad y la improvisación, sin escuchar a nadie, era la norma. Ejemplo máximo: el inacabado y defectuoso AVE a Barcelona. A pesar de todo, es difícil que la Junta de Castilla y León cambie de actitud mientras siga siendo una mera correa de transmisión, en lugar de ejercer como Gobierno de la comunidad autónoma. Siguen sonando las trompetas que acompañan a la procesión del Perdón. Ni de coña puedo imaginar la tormenta de ideas del Gobierno regional en Salamanca.