Diario de León

TRIBUNA

¿Era leonés el maestro Mateo?

Publicado por
CARLOS ANTONIO BOUZA POL
León

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HACE algún tiempo, estando de visita en Santiago de Compostela, me acerqué hasta la librería Follas Novas para saludar al amigo Rafael Silva Costoyas, gran teólogo y humanista, experto profesor de Estudios Jacobeos y autor de varios libros sumamente interesante, entre ellos el titulado: «El Pórtico de la Gloria. Autor e interpretación» (con prólogo del doctor García-Sabell), del cual extraigo la siguiente cita: «El pueblo no tolera el misterio en torno a las grandes figuras y a los grandes sucesos. Si no tiene datos los inventa. De esta forma, se han ido tejiendo relatos legendarios alrededor de los grandes personajes». La leyenda escrita sobre el Maestro Mateo dice que es un caballero leonés, arquitecto de palacio del monarca Fernando II. Mateo lo acompaña en la visita que este Rey de León hace a Compostela en la era MCCXXV, año 1187. Al visitar la Catedral, el Arzobispo don Pedro Suárez de Deza le muestra la triste y pobre fachada occidental, sin pórtico, sustentada la techumbre sobre toscos troncos. Dice el Arzobispo: «Señor, los moros se llevaron el pórtico, las campanas y las puertas¿» Entonces el Rey nombra a Mateo maestro de obras de la Catedral, y desde este mismo momento queda a vivir en la ciudad, y empieza a crear la maravilla en piedra granítica y mármol que es el incomparable e insuperable Pórtico de la Gloria. Así, más o menos, lo relata Neira de Mosquera, y no debe andar lejos de lo cierto pues, quien consulte la «Guía de Santiago» de don José M. Fernández Sánchez y don Francisco Freire Barreiro, catedráticos de la Universidad, impresa en 1885 en la imprenta del Seminario Conciliar, en la página 115, verá que dice: «En el Archivo de esta Santa Iglesia hay un privilegio por el cual el Rey de León Fernando II concedió al humilde arquitecto Mateo una pensión anual vitalicia de cien maravedises de oro, o sean ocho mil reales». La otra leyenda, la leyenda oral, transmitida de generación en generación, cuenta que una vez terminada su grandiosa obra, fue Mateo víctima de la tiranía popular. Le sacaron los ojos para que no pudiera repetir obra semejante en ningún sitio. Dice Bouza-Brey: «Con Mateo y Santiago Apóstol nos encontramos ante un caso típico de la llamada «ley de trasposiciones» según la cual a medida que el recuerdo de un héroe se debilita en la memoria colectiva, la leyenda o la misma verdad histórica lo abandona, lo unen a otro héroe famoso para mejor honrarle, lo cual es fruto también de la conocida «megalosia», o engrandecimiento imaginativo del personaje en la mente del pueblo». De este modo se explica que Santiago y Mateo, Santo y Arquitecto, formen un dúo indisociable en el corazón del pueblo gallego. Al fin y al cabo la ciudad de Santiago de Compostela debe su existencia a una invención, a la invención del cuerpo del Apóstol, y a una realidad indiscutible, el Maestro Mateo. Mateo es misterioso, enigmático y desconocido en lo esencial de su vida y de su muerte. Se metió en el corazón del pueblo gallego y éste lo hizo suyo y lo santificó. Lo santificó hasta el extremo de igualarlo, en poder y virtud, al mismo Apóstol Santiago. Los peregrinos que llegan a Compostela manifiestan tanta admiración, adoración y reverencia al «santo dos croques» (santo de las cabezadas) que puede decirse que nunca jamás hubo arquitecto, escultor o artista con tanto poder de seducción y convocatoria. El pueblo gallego, el alma gallega, lo ha visto siempre como el compendio de la sabiduría, del valor y de la bondad. Por eso se inclina ante él, y golpea la cabeza con la suya. Creen en la transmisión por contacto de los valores morales que adornan al Maestro Mateo, y lo convierte en «Santo Mateo», por aclamación popular. ¿Era leonés el Maestro Mateo? Es probable. No se sabe a ciencia cierta dónde nació, vivió y murió. Dice el profesor Silva Costoyas: «Aunque la bibliografía sobre Mateo es cada día más copiosa, las tinieblas que ocultan su vida no se han disipado. No dejan de ser conjeturas todo lo que se ha añadido a la lacónica nota que el mismo Mateo esculpió en el dintel de su obra: En el año de la Encarnación del Señor, 1188, era MCCXXVI, a 1 de abril, fueron asentados los dinteles del pórtico principal de la Iglesia del Bienaventurado Santiago, por el Maestro Mateo, que dirigió la obra desde los cimientos». Desde entonces, en Galicia y en el mundo, han sido y son muchos los escritores, eruditos e investigadores que dedican muchas horas y esfuerzos para descubrir la personalidad humana del gran maestro. Nada se ha conseguido ni adelantado. Todo sigue igual, en el aire. Bouza-Brey, López Ferreiro, Filguera Valverde, Murguía, Chamoso, Neira de Mosquera y otros muchos, han contribuido en la divulgación de la obra del gran arquitecto y artista, pero nada más, nada que demuestre que era gallego, o leonés. Sin embargo, es tan grande y antiguo el entusiasmo y el cariño que el pueblo gallego siente por él, que no parece razonable pensar en disputárselo. No debemos disputarlo a pesar de que Gaillard diga que el Pórtico de la Gloria pertenece a la escuela leonesa, típicamente española, sin que tenga nada que ver con Saint Denis, ni con Chartres. El Maestro Mateo, el Santo Mateo, el Santo dos Croques es universal. El misterio que sobre él se cierne en realidad no es tal, pues le conocemos bien por su obra, por el maravilloso Pórtico de la Gloria, que lo dice todo. ¡Felix qui potuit rerum cognoscere causas!

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