Diario de León
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ANTONIO CASADO
León

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IMAGÍNENSE un desayuno de Mariano Rajoy con un grupo de periodistas. Ocurrió ayer en la sede central del PP. Larga e interesante conversación en la que el presidente de este partido hace un recuento de los temas de actualidad. Se hace recuento y además se jerarquizan en la agenda del anfitrión que, en general, y a mi juicio, naturalmente, coinciden con el interés real de la opinión pública y, por tanto, con el deber del principal grupo de la oposición de plantearlos en su quehacer de crítica y control al Gobierno. Cuando ya había transcurrido hora y media de este agradable encuentro, informativamente muy fecundo, alguien llama la atención sobre el hecho de que, después de tanto tiempo y de haber tocado tantos temas de actualidad, ni Rajoy ni ninguno de los periodistas invitados haya mencionado ni de pasada el llamado caso Huarte o, si se quiere, la polémica sobre el más que probable cerrojazo a la no menos polémica comisión parlamentaria del 11-M. ¿Acaso este asunto, que durante los últimos diez días pareció ser la caja negra de los atentados de hace un año, no tiene el interés que aparentemente le han otorgado el PP y sus medios afines? Pues esa es la impresión que uno tiene. Que hemos asistido a uno de esos debates artificiales inspirados en la obsesión del PP de encontrar culpables de su derrota electoral del 14 de marzo. Lo último es que el PP se opone por tierra, mar y aire al cierre de la mencionada comisión porque, según Rajoy y su estado mayor, el PSOE no tiene interés en que se averigüe absolutamente todo sobre circunstancias, autores y cómplices de un asesinato masivo. El error es suponer que una comisión parlamentaria puede llevar a cabo una eficaz labor indagatoria a una comisión parlamentaria. Mejor dicho, no es un error, pues el PP lo sabe perfectamente. Es simplemente la politización sobrevenida de la novedad revelada por algún medio de comunicación, según la cual un militante socialista asturiano llamado Fernando Huarte tenía la clave de todos los secretos para explicar lo ocurrido no el 11 sino el 14 de marzo. Mal asunto para un excelente dirigente político como Mariano Rajoy, que solo despegará como líder del PP cuando de verdad se quite el luto por la inesperada derrota electoral de hace un año. De otra forma, corre el riesgo de que la opinión pública empiece a creer seriamente que al PP le importó más perder las elecciones que la tragedia de miles de familias afectadas por los atentados de una sangrienta jornada.

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