Agonías

PUEDE SER ejemplificante, un derecho tan fundamental como el de tener una muerte digna e íntima, un ejercicio de responsabilidad,... Pero, desde luego está empezando a resultar asfixiante ver cómo Juan Pablo II agoniza ante la mirada atónita del mundo. Qué puede haber de aleccionador en empujar a un anciano que se agota a ojos vista a que boquee impotente en el balcón del cristianismo; en contemplar día tras día a un hombre que lleva el signo del fin impreso en un rostro de dolor y muerte; en dejar en evidencia que ya no puede hablar, ni respirar, ni controlar su movilidad. El Papa agoniza, y lo hace en multimedia. Un calvario que aseguró haber elegido personalmente, pero cuya exposición pública está resultando dolorosa, quizá incluso ofensiva. No menos esperpéntica puede resultar terminando la lenta muerte de Terry Schiavo, que entre recursos y ruedas de prensa agoniza en la inconsciencia del agotamiento por hambre y sed. No conozco los razonamientos médicos ni éticos del asunto, pero me parece que un final digno debe ser algo bien distinto a este circo médico-mediático en el que se explica con profusión el sangrado de boca y ojos que evoluciona hacia otros males que llevarán finalmente a una defunción programada y retransmitida lamentablemente. En el circo mediático del todo vale contemplamos el insulto y la burla despiadada hacia Carlos de Inglaterra y Camila. Son viejos, feos y faltos de glamour, lo que parece privarles de todo tipo de derechos en la cosa pública. Un espectáculo patético que no es sino muestra de una nueva agonía: la de la inteligencia y el respeto.