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Publicado por
MARÍA J. MUÑIZ
León

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ABRIRSE a la sociedad, dicho así con toda pompa, es el objetivo siempre perseguido y pocas veces logrado de colectivos como la Universidad, el empresariado, la Iglesia, las políticas de atención al ciudadano,... Se deduce por tanto que la sociedad debe ser algo complejo e inalcanzable, inabarcable en su aplitud y ajena a todo aquello que se pergeña en los despachos. Fíjese, y nosotros creyendo que la sociedad éramos usted y yo, y los que nos cruzamos por la calle. Pero, puestos manos a la obra, uno de estos colectivos tradicionalmente cerrado a cal y canto en sus asuntos está traspasando con fuerza la frontera incluso de la popularidad. Los constructores leoneses, apeando el ladrillo de sus cabezas y dejándolo en las obras, derribaron el muro del individualismo sempiterno para exprimir a través de Agelco la fuerza de la unión y el asociacionismo. Más allá de sus intereses profesionales, su irrupción en el adormecido mundo de las iniciativas leonesas está siendo un ejemplo y, ojalá, un revulsivo a copiar por otros colectivos locales. Frente a este impulso renovador e ilusionante hay quien utiliza el argumento del transfondo económico en sus actuaciones con un mohín de desaprobación incomprensible. Si tras sus aventuras empresariales hay búsqueda de rentabilidad no es ningún demérito, por dos razones fundamentales. La primera, que por dinero no se entra en asuntos que tienen mucho más de empeño personal que de afanes pecuniarios. La segunda, que estamos hablando de empresarios, no de la madre Teresa de Calcuta. Ojalá cunda el ejemplo. Y si les renta, mejor para ellos.

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