EL RINCÓN
Aplazamientos
UN PERIODISTA le preguntó a Bernard Shaw si creía que podía traer mala suerte casarse en viernes. ¿Y por qué va a ser el viernes una excepción? Le respondió. No creía en el sagrado vínculo el atrabiliario y gran escritor. Los que más creen en él son los divorciados que vuelven a casarse, lo que es cierto que representa un triunfo de la esperanza sobre la experiencia, y los viudos que insisten, que en opinión de otras personas son gentes que no merecían haber enviudado. Se hablaba del gafe de la boda del príncipe Carlos de Inglaterra con la paciente Camila Parker Bowles, que es una versión equina de Dunia, la célebre novia eterna. La muerte del Papa Juan Pablo II vino a trastocarlo todo, pero acaba de pasar a peor vida ahora otro personaje de muy desigual dimensión, el príncipe Rainiero, amo del suntuoso garito monegasco. Su defunción puede acarrearle a la infeliz pareja unos trastornos muy parecidos. Carlos y Camila llevan unidos toda la vida, pero pueden tener que aplazar nuevamente su unión por culpa de esta nueva muerte. El primer ministro británico, Tony Blair, que según todos los pronósticos va a seguir siéndolo después de las próximas elecciones, está obligado a no perderse un entierro de categoría. Lo mismo le sucede al vistoso arzobispo de Canterbury. Ambos tienen que componer su mejor cara de condolencia, pero tampoco pueden dejar de asistir a la boda del cabecilla de la Iglesia de Inglaterra. ¿Qué hacer entonces? Ya estaban hechos todos los preparativos. ¿Aplazar de nuevo el fatal desenlace? ¿Renovar el bazar de los 'souvenirs' preparados para conmemorar la ocasión? Hay miles de cucharillas de plata, platos de porcelana, bolígrafos y carteles con una fecha grabada. Y sobre todo hay tazas. Muchas. Quizá para que los que no querían boda tengan dos tazas. Dice nuestro refranero que casamiento y mortaja del cielo bajan, pero esta vez han bajado al mismo tiempo.