AQUÍ Y AHORA
Pan de leña
LO MÁS sofisticado es llegar al punto de partida, es decir, desandar todo el camino de la sofisticación y volver a los alimentos primitivos, los materiales nobles, la decoración sencilla, los pasatiempos tradicionales. Al existir una demanda creciente de la naturalidad, los comerciantes intentan satisfacer esa necesidad que, a la postre, no deja de ser una nueva sofisticación, con esfuerzos auténticos y, también con auténticas mentiras. Una de las más frecuentes es la del «pan de leña». El urbanita que pretende abandonar la sofisticación y volver a lo natural, se entusiasma ante el anuncio de pan de leña y paga una barbaridad por un pan que tiene un aspecto externo diferente, pero cuyo procedimiento de cocción ha sido tan industrial como la humilde barra convencional que se encuentra en la estantería de al lado. No hay hornos de leña para cocer pan en ningún punto de la geografía española, y si queda alguno no está en uso. No todas las almejas pueden ser de Carril, aunque lo diga la carta de docenas de restaurantes, ni en la temporada de angulas absolutamente todas son de Aguinaga. Jardiel Poncela, que poseía una inteligencia penetrante para desenmascarar los tópicos, definió así el mármol de Carrara: mármol. Así, podríamos definir el «pan de leña»: pan. Pero lo curioso no es la falsedad del comerciante en aras de satisfacer una necesidad de los clientes, sino la infantil aceptación de la mentira, conociendo de antemano que la oferta es un embuste. No es de extrañar que a los políticos nadie les reclame la promesa elec toral, ni tenga la más mínima consecuencia que la promesa se convierta en patraña.