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Publicado por
CÉSAR ALONSO DE LOS RÍOS
León

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RECIENTEMENTE, Carod Rovira le exigió al presidente Zapatero que se hagan públicas las balanzas fiscales a fin de que todo el mundo pueda ver lo que aporta Cataluña y, de esta manera, puedan comprender sus reclamaciones. El presidente se mostró conforme y, a partir de ese momento, no hay día que no emerja a la actualidad. El miércoles pasado Pascual Maragall dijo que había que poner unos límites a la solidaridad entre las regiones. Los críticos de las reclamaciones catalanas (el País Vasco ya tiene su concierto) basan su posición en el hecho de que «los que pagan los impuestos son los ciudadanos y no las comunidades autónomas y, por tanto, no cabe hablar de déficits o privilegios regionales». Este argumento no es válido para los nacionalistas. Para ellos la realidad es que el total de las contribuciones de los ciudadanos catalanes al Estado «es» la de Cataluña. Es cierto -vienen a decir- que desde el punto de la titularidad fiscal se trata de ciudadanos pero eso no deja de ser un enmascaramiento de la aportación de Cataluña como sujeto colectivo, como nación, como «comunidad nacional». Cabe establecer comparaciones, por tanto, entre unas regiones y otras. ¿Están equivocados Maragall y Carod Rovira? Lo están en la medida en que no se acepte el hecho de Cataluña como nación, esto es, como un colectivo con una personalidad, con unos derechos y con una representación distintos a los de los ciudadanos. Ahora bien, no pueden negar la razón a Carod Rovira y a Maragall aquellos otros (la mayoría de los socialistas) que aceptan a Cataluña como una nación. Manuel Chaves debe elegir, Rodríguez Ibarra debe elegir, José Bono debe elegir. Si están de acuerdo con un Estatuto que defina a Cataluña como una nación, deberán aceptar congruentemente que existe una contabilidad aparte, una fiscalidad aparte e, incluso, un comercio «exterior» de cara región/nación. Este es un ejemplo muy claro de las contradicciones en las que caen los socialistas al aceptar la superación del Estado de las Autonomías. Es un ejemplo de los costes que tiene el cambio de modelo de Estado. Este no es un hecho platónico: afecta y de forma muy grave a la solidaridad. Ni siquiera se trata de un traslado de competencias. Afecta a las regiones de un modo sustancial ya que las convierte en Estados. Cuando Carod Rovira y Maragall hablan de aportaciones de Cataluña a España lo están haciendo del mismo modo que cuando se habla de las aportaciones de fondos de Europa a España, es decir, desde realidades políticas distintas, desde una unión de Estados a uno de sus componentes (en un caso) y desde una Confederación de Estados a uno de ellos (en el hipotético caso que plantean los nacionalistas).

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