EL RINCÓN
Se busca
CUANDO muere un hombre excepcional se pretende siempre que le sustituya, más bien que le reemplace, otro hombre excepcional, sin tener en cuenta que las personas excepcionales son generalmente la excepción. La sombra de Juan Pablo II es ensanchada y no cabe duda de que le va a caer buena al suplente que elija la paloma del Espíritu Santo. Ella dicen que no se equivoca nunca, como le ocurría con lírica frecuencia a la de Rafael Alberti, pero se va a ver obligada a elegir entre lo que hay. Siempre he pensado que las comparaciones sólo son odiosas para una de las partes comparadas, ya que la otra sale favorecida, y el nuevo Papa tendrá que sufrirlas hasta que convenza al orbe católico, que por cierto no abarca todo el mundo, de que es eso que se llama un digno sucesor. Sea quien sea, aunque no sea ninguno de los tres considerados como favoritos -Tettamanzi, Ratzinger o Madariaga- le va a costar trabajo. Lo único que está claro es que el nuevo Pontífice tendrá que canonizar a su predecesor. La democracia ha llegado por fin a la hagiografía y el clamor de los fieles pidiendo que se declare santo al que ya era llamado Su Santidad es unánime y ensordecedor. Otros varones ejemplares y algunas mujeres siguen todavía en lista de espera, pero este hombre singular reclama otro tratamiento. El que fuera el mayor viajero del siglo XX, incluidos los pilotos de aviación, merece ir en alta velocidad. La beatificación del Papa Karol Wojtyla dependerá «en exclusiva» del nuevo Pontífice, pero hace falta también que se le atribuyan algunos milagros para abrir el proceso, por ejemplo curaciones imprevistas. Parece que no es suficiente el milagro de haber conseguido que la Iglesia Católica esté en primerísimo plano y no se hable de otra cosa, ni siquiera del óbito de Rainiero de Mónaco o de la laboriosa boda de Carlos de Inglaterra y Camila. Se está buscando un hombre. Silencio, por favor.