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Publicado por
ANTONIO NÚÑEZ
León

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NO ACIERTA a explicarse uno por qué el difunto Papa Wojtyla andaba tan empeñado en excomulgar a los divorcietas, cuando está sobradamente demostrado que somos los únicos que creemos en el matrimonio. Hay solteros recalcitrantes, también casados que aguantan como jabatos hasta que el tiempo y Serfunle les da, al fin, la razón, pero, echando las cuentas de la vida, resulta difícil de encontrar a alguien de mi quinta que después de separarse no se haya vuelto a recasar, los más a toda pastilla, ya sea por el juzgado o por el concejal Cantalapiedra, que oficia los sábados en el Ayuntamiento y también es de los nuestros. La gente se acostumbra y luego no puede pasar sin la bombona al lado. El reciente enlace -lo de reciente es un decir- de Carlos y Camila Parker-Bowles no viene sino a confirmar esta teoría, que, por lo demás, ya estaba suficientemente testada en la prensa del corazón y de lo de más abajo: Enrique VIII, Letizia, Mette-Marit, Carolina de Mónaco, su hermana y, modestia aparte, un servidor. De las noticias de esta semana sin duda la más amable ha sido la boda de segunda mano entre el Príncipe de Gales y Camila, duquesa de Cornualles, un título con tan mala leche que da que pensar sobre las suegras. Aún así, todo tiene su encanto. Al parecer ellos se conocieron a caballo y eso se nota: a él por las orejas de soplillo y a ella por la dentadura. Y se quieren, aunque ya sólo sean dos pencos. La televisión y las alegres comadres de Windsor critican el bodorrio y patatín y patatán. La suerte de la fea la guapa la desea.