Trincheras

«LA ÚNICA salida es la violencia: Toda la libertad que ha conseguido el hombre se ha conseguido siempre con la lucha» (Osvaldo Bayer). Cierto. Ningún ciudadano cabal y fiel a sus ideas, que se sienta sojuzgado, cautivo, lacerado por las mentiras más burdas y perseverantes debería perder de vista esta realidad: libertad es lucha, combate. El pueblo que se construye sobre la falta de respeto a sí mismo, la indignidad y la falta de libertad no es sino un sucedáneo una filfa, un timo. No deben dar miedo las trincheras, en particular las mentales. Hay que bajar al fondo, donde se acunan los sentimientos que mueven el mundo donde está la verdad limpia y desnuda. Puestos a bajar, bajemos todos a ese hoyo y armémonos de serenidad, pero también de vehemencia, para decir que son muchos, somos muchos, los hartos de ver que, día tras día, se pisotean los valores de la razón, de la solidaridad y de la convivencia y se sustituyen por lerdas estrategias, que sólo esconden intereses, -tan rastreros como alejados de cualquier utopía fecunda-, y que obligan a poner esa cara de jilipollas que se impone cuando el pensamiento se subleva: «pero, ¿qué milonga me cuenta? ¿a quién querrá engañar este imbécil?». Es más que improbable que sutiles diferencias en el Rh o tener la residencia a cien kilómetros de distancia nos impidan contemplar y entender la realidad cuando es tan diáfana. Y esa realidad se ha convertido ya en un bofetón cotidiano a la inteligencia. ¿Qué pretenden construir con estas actitudes? Sí, claro, es de esa Euskadi que convierte el Derecho en munición, esa Euskadi enmerdada en la cobardía, en la contradicción y en el absurdo de la que hablamos.