Baches y accidentes

LAS últimas lluvias pusieron de manifiesto el mal estado del asfalto en numerosísimas calles de la ciudad, hasta el punto de que creo que pueden contarse con los dedos de la mano aquellas que están en perfecto estado en su totalidad, especialmente si a ese perfecto estado se le exige que tengan visible la señalización horizontal. Que esa es otra, porque en la mayoría no se ven las líneas que delimitan los carriles, ni por supuesto flechas de dirección o pasos de peatones, con los peligros que eso conlleva. Siempre me pregunto qué pensarán quienes nos visitan, al no saber si circulan por un carril u otro y tener que adivinar giros o dar un volantazo cuando llegan a un cruce y no pueden girar. Digamos que la pintura es una minucia -detalle de puntillosos- y además sería ridículo tener las líneas bien pintaditas en un asfalto como picado de viruelas. Pero eso sería antes, porque aunque la gran nevada de Navidad no dejó secuelas en nuestras calles, gracias a que apenas se echó en ellas sal (alguna ventaja tenía que tener el soportar que la nieve durara tantos días en las vías públicas), lo cierto es que ahora, un trimestre después, han aparecido unos enormes agujeros, casi socavones, en los que resulta peligroso caer, ya no digo un coche, sino una bicicleta o una moto, que al perder el control y dar en tierra con sus ocupantes puede provocar un accidente de mayor gravedad. No hace falta que cite calles, porque en todas hay alguno. Y ya no es cuestión de una brigada de reparaciones, sino de que se tome el acuerdo de asfaltar un montón de vías que lo necesitan de verdad.