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Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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HAY QUE reconocer que a la ministra Trujillo le salió una buena frase; una frase de Agustina de Aragón, de poeta del 27, o de virreina de España tras perder una colonia: «La dignidad no se mide en metros cuadrados». Es la expresión del cabreo que te queda después de haber tenido una idea que el personal se toma a cachondeo. Es el diagnóstico que hacemos los pobres, cuando contemplamos nuestra pequeña propiedad y la comparamos con la finca del señor marqués: nos ganará en ladrillos y en hectáreas, pero no en dignidad. «Pobres, pero honrados», le hemos dicho siempre al patrón. Y es, sobre todo, el grito de un corazón socialista ante las leyes del mercado, tan insensibles. Cuando ese mercado no permite socializar nada, ni siquiera el suelo, el gobernante acude al recurso mágico de ensalzar la dignidad. Lo decía el filósofo Kant: «Todo tiene o bien un precio, o bien una dignidad». El precio, evidentemente, lo ponen otros. El gobierno, que en cuestiones de vivienda está resultando el órgano más impotente del universo, no pasa de ensalzar la dignidad que, siendo tan escasa, sale sin embargo barata y justiciera. Se le puede regatear al rico y se pueden sembrar con ella los huertos del proletariado. La cuestión siguiente es si una vivienda menor de 30 metros es bastante digna. Hombre, para quien no tiene nada es un palacio. Para quien tiene un palacio, es la caseta del perro. Y para los padres que siguen teniendo a sus hijos pensionados en casa es, por lo menos, un alivio. Quiero decir que, sin duda, los minipisos de corrala y colmena que nos anuncian no merecen ser despreciados. Habrá hueco en el mercado para ellos. Habrá peleas por conseguir uno. Hay, incluso, arquitectos que sacan cuarto de estar, habitación, baño y recibidor de tan exiguo tamaño, que para eso está el arte de la arquitectura. ¿Qué es lo que falla, entonces, en el proyecto para que haya sido recibido con tantos pitos? Puede que falle el tono de la ministra: necesita un cursillo de vendedora de ideas, para que parezca un gran programa. Tendrían que rescatar maestros como los del PP, donde Javier Arenas, por ejemplo, subía las pensiones cada semana. En el PSOE fabrican muchas ideas, pero son de este tenor: «empadronamiento por omisión» o «soluciones habitacionales». Es que en esto hay mucho de psicológico. El problema quizá no sea el tamaño de esos pisos, que todos hemos hecho guardia en peores garitas. El problema es que el gobierno de la novena potencia económica del mundo no puede ofrecer la colmena como única solución al drama de la vivienda. Y el problema mayor es que el proyecto de un gobierno ambicioso no puede quedarse en socializar la escasez, aunque sea permutándola por dignidad.

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