DESDE LA CORTE
Ilusiones de Zapatero
EL PRESIDENTE Zapatero lleva dos días de visionario, dicho sea en su significado más positivo. El miércoles, como ya hemos anotado, presentó un panorama idílico de España. Ayer, entrevistado por Iñaki Gabilondo, trasladó sus sueños al País Vasco, donde hoy termina la campaña electoral. El presidente no es que sea optimista ante el resultado de las elecciones del domingo. Es que desde hace tiempo viene pronosticando un cambio político, como si dispusiera de datos que contradicen las encuestas. Es el optimismo en persona. Quizá se considere un ganador nato después de la sorpresa del 14-M, y todavía no concibe algo que no sea una victoria de su partido. Desde esa base, pronostica, intuye o desea una nueva mayoría que, a su juicio, debe reunir tres condiciones: que Patxi López sea lendakari; que el nuevo gobierno no sea antinacionalista ni anti-PP, y que se deje a un lado el Plan Ibarretxe. Como aspiración política, es magnífica. La suscribiríamos cualquiera de nosotros. Pero tiene demasiados aires de utopía. Por ejemplo, para que Patxi López sea el jefe del gobierno, se requiere que su lista sea la más votada, salvo que esté prevista alguna extraña combinación que no se me ocurre. Más complicado todavía es fabricar una mayoría que no sea antinacionalista ni anti-PP. Pretender eso ya no es ilusorio: es la cuadratura del círculo. Es llevar la bondad de Zapatero a un terreno donde no habrá más que navajas. Quien conozca mínimamente el País Vasco sabe que donde gobierne un nacionalista siempre habrá aversión al Partido Popular, aunque lo presida Rajoy. Y si, por un casual, la mayoría fuese PSOE-PP, sería una mayoría antinacionalista, o así sería entendida. Y falta eso del «rumbo distinto al Plan Ibarretxe». Ahí basta con ver las actitudes públicas. Mientras Zapatero alienta ese cambio, ¿qué dice el lendakari? Pues sigue insistiendo en que el día 18, a las 8 de la mañana, estará llamando a La Moncloa para negociar. Y no conocen a Ibarretxe y su partido: jamás han cedido nada; jamás han retirado nada; el PNV nunca da pasos atrás. ¿Por qué lo iban a hacer ahora? Mi consejo -ojalá me equivoque- es que se abandone toda esperanza. Quiero decir con todo esto que las reflexiones de Zapatero son hermosas, pero difíciles. La mayoría las suscribimos como deseos, pero yo no me jugaría un euro a su confirmación pasado mañana. Yo me apunto a otra aspiración más modesta, pero quizá más realista: que el nacionalismo, en sus diversas ofertas electorales, baje algo en su respaldo social. Y si no baja, que no alcance una mayoría que le haga entender a Ibarretxe que el pueblo vasco quiere acelerar la independencia. Con eso me conformo. Y creo que muchos lectores también.