EL RINCÓN
Según mercado
LA AUDIENCIA NACIONAL ha absuelto al señor Botín y a los señores Amusátegui y Corcóstegui, desmintiendo eso de que la envidia, que «está flaca porque muerde y no come», que dijo Quevedo, sea el pecado nacional por excelencia, en dura lucha con los demás. El fallo, que ha escandalizado a medio país y ha desatado la risa floja del otro medio, afirma que las cifras que cobraron pueden sorprender por su cuantía, pero realmente no hay pruebas de que sean «desproporcionadas». Hay que tener muchísimo cuidado con las palabras: no a todas se las lleva el viento, ni todos entendemos lo mismo cuando se pronuncian. Aunque suenen igual. ¿Cuál es la áurea proporción de las jubilaciones? A lo que hay que aspirar no es a que no haya jubilaciones millonarias, sino a que deje de haber jubilaciones miserables. Amusátegui y Corcóstegui se llevaron tras su salida del Santander Central Hispano 160 millones de euros por sus servicios al banco, pero la fijación de estas retribuciones, que es de suponer que no les hayan dejado descontentos, depende del mercado. No hay reglas, más que las reglas del juego bursátil, ya que no se prescriben límites ni en la Ley de Sociedades ni en los estatutos de la entidad. No es que estas jubilaciones carezcan de proporcionalidad según los méritos adquiridos por sus beneficiarios: las que no son proporcionales son las del resto de los españoles, que son bastantes más. Lo que extraña un poco es que se le llamen jubilaciones a estas recompensas. Ser jubilado en España es sinónimo de ser menesteroso. Algunas personas que han trabajado durante toda su vida se ven obligadas a recoger cartones por la calle, que es un trabajo ciertamente durísimo, al abandonar el que venían realizando. Quizá tengan derecho a sentirse agraviados, aunque sepan que las comparaciones son siempre odiosas para una de las partes. De manera que mejor es no hacerlas. Ya sabemos que si la mierda tuviera algún valor los pobres nacerían sin culo. También sabemos por qué los ricos también lloran: de risa.