NUBES Y CLAROS
El fondo del fondo
LO BUENO de las subvenciones es casi todo. Lo malo es que, cuando se acostumbra uno a ellas y se pierden, las contabilidades no salen ni a tiros. En el caso de las ayudas que la Unión Europea ha venido dando a regiones como Castilla y León la ausencia va a ser más que notable, tirando a dramática. Tal era el volumen de los fondos transferidos, y tal el tiempo que hemos estado disfrutándolos, que parecía que ya eran nuestros para siempre. Pero no. Ojalá las presiones políticas (o en su caso el lloriqueo, lo que sea menester) logren mantener al menos una parte de este flujo de dineros que nos ha dado el empujón hacia el progreso. Pero habrá que ir acostumbrándose a hacer presupuestos y a prometer inversiones a cuenta de los fondos propios. Se acabó tirar con pólvora del rey. Dentro de lo lamentable de la situación, que por otra parte era de prever (se trataba de ayudas al desarrollo, no de pensiones vitalicias al subdesarrollo), será revelador contemplar cómo consejerías y administraciones que hasta ahora basaban su actuación en el reparto del maná europeo se las ingenian para hacer programas de inversiones con los propios medios. Y será también aleccionador, aunque sin duda resultará muy duro, comprobar si el dinero invertido en los últimos años en cantidades ingentes para el desarrollo de la comunidad puede surtir sus efectos. Las ayudas europeas trataban, en fin, de ponernos en la línea de salida de la competencia entre iguales. En la carrera que ahora se inicia, ya no nos llevarán de la mano. Es la hora de demostrar que podemos andar sin tacatá.