Diario de León
Publicado por
RAFAEL TORRES
León

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A JUZGAR por la indignación de algunos ante la legalización del matrimonio homosexual, diríase que los que se indignan creen que el gobierno va a obligarles a casarse con alguien de su mismo sexo. Pues no, no es obligatorio; se trata, sin más, del reconocimiento legal de un derecho que para quienes ya lo disfrutaban, los heterosexuales, no ha de representar en lo personal gran cosa, pero que para quienes lo demandaban por estar privados injustamente de él supone una satisfacción inmensa. ¿Alguien puede ofenderse, o sentir menoscabada su dignidad, con la satisfacción de muchos de sus compatriotas (¡muchísimos, al parecer!), derivada del término de su discriminación?. Ahora bien; el derecho que la ley ha reconocido a los homosexuales no es el de casarse, que en puridad nunca les negó, sino el de casarse con quien quieran, que en su caso, al pertenecer el elegido a su mismo sexo, creaba entre la carcundia una oposición tenaz. A dicha carcundia, en efecto, le encocoró siempre no ya que los homosexuales se casen entre ellos, sino los propios homosexuales, a los que en el fondo de su alma sigue considerando personas desviadas, invertidas y portadoras de un problema, cuando el principal problema de los gais y de las lesbianas no ha sido otro que la carcundia precisamente. Así las cosas, y como la exhibición abierta de la homofobia ya no renta ni convence a nadie, ahora se ha inventado que es imposible que la unión conyugal entre homosexuales se llame matrimonio. ¿Y qué más da cómo se llame?. ¿Desde cuándo esos mismos recriminan a Aznar que a su derechismo extremo lo llame centro?.

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