DESDE LA CORTE
La destrucción de la familia
¿DESTRUCCIÓN de la familia o acto de justicia? Esa es la disyuntiva en que nos sitúa la polémica sobre matrimonios gais. En medio sólo queda una opinión moderada: la de quienes creen que es un exceso hablar de matrimonio, pero aceptarían el reconocimiento de derechos a las uniones homosexuales. Incluso el PP respaldaría esa solución. En este momento, el panorama está así: el Gobierno sigue estando orgulloso de este paso y dispuesto a incluirlo entre los grandes avances de los derechos sociales en España. La opinión, dividida entre quienes aplauden y quienes se apuntan a la teoría del exceso. Los afectados, felices: han conseguido un éxito histórico. Y la Iglesia ha puesto los acentos más dramáticos en la condena. Cuando digo dramáticos, no exagero. Como se puede leer en otra página del periódico, el cardenal López Trujillo, presidente del Consejo Pontificio para la Familia, invitó a los funcionarios municipales a la objeción de conciencia para negarse a casar a esas parejas. Y lo hizo por una convicción profunda: estamos, según él, ante la «destrucción de la familia ladrillo tras ladrillo». Después de aquel famoso alegato del difunto Papa Juan Pablo II contra la política de Rodríguez Zapatero, es la confrontación más directa entre el Vaticano y el gobierno español. Este cronista confiesa que aplaude el reconocimiento de todos los derechos a los varones y mujeres homosexuales, incluso el derecho de unión, pero no ve por ninguna parte la necesidad de llamarles matrimonio. El matrimonio es otra cosa. Los gobiernos están, efectivamente, para reconocer derechos y garantizarlos. Pero no están, en nombre de ninguna idea progresista o reaccionaria, para incorporar conceptos que causan repulsa social o tropiezan con convicciones morales y culturas muy asentadas en la sociedad. Desde este punto de vista, el gobierno puede haber cometido un error por exceso de cariño a los gais. Pero, con la misma claridad, habría que decirle a la Iglesia que está exagerando los términos. En modo alguno se puede comparar la objeción de conciencia para practicar un aborto (derecho a la vida) con la objeción para casar a un gay, que es un derecho social o, en todo caso, un «atentado» mucho menor. El «no matarás» es un Mandamiento de la Ley de Dios. Y, respecto a la destrucción de la familia, no procede sólo de estos cambios. La familia está cambiando por otros factores: culturales, económicos, trabajo externo de la mujer, sentido más liberal de la vida¿ Y, puestos a hablar de cuestiones actuales que atentan contra el modelo familiar, ¿qué lo destroza más? ¿Que se casen los homosexuales del pueblo o que una familia tenga que vivir en un piso de treinta metros? Sólo es una duda.