EN BLANCO
Siempre cine
DENTRO de la programación cultural puesta en cartelera, y nunca mejor dicho, por La Venatoria, veterana sociedad que está a un paso de cumplir su centenario, ha destacado la exposición titulada El cine que amo , una muestra de la pasión cinéfila desarrollada a lo largo de las últimas décadas por Velasco. Un artista que lleva más de 30 años decorando el frontal del Teatro Emperador con su particular interpretación sobre la película que se proyecta en la sala, constituyendo por tanto un referente básico en la iconografía del llamado séptimo arte en la capital leonesa. Atrás han quedado en el tiempo los primeros pases de lo que entonces se llamaba «kinetógrafo», en sesiones que tenían lugar hace la friolera de cien años en el Industrial Cinema, en la calle de La Paloma. También con motivo de las distintas ferias y fiestas patronales se instalaban en San Marcelo las barracas cinematográficas de los señores Pradera y Sanchís, donde nuestros antepasados se prodigaban en exclamaciones de asombro y sorpresa al contemplarse a sí mismos en la grabación efectuada a la salida de misa de 12 en la Catedral. El cine, fábrica de sueños e ilusiones, abriría posteriormente sus propios templos estables, bautizados con los sonoros nombres de Alfageme, Azul, Mari, Trianón o Avenida, auténticos reductos de la imaginación que aliviaron, en la medida de lo posible, la grisácea monotonía cotidiana de los tiempos franquistas. Otros inventos han cambiado los gustos y apetencias de las gentes, aunque el carrusel de imágenes en la gran pantalla jamás haya renunciado a su quim érica vocación de ofrecer magia a raudales. Por ello, siempre nos quedará el cine.