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Publicado por
ANTONIO NÚÑEZ
León

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CUANDO a Stalin le advirtieron sus propios consejeros que no era prudente pisarle demasiado los callos a Pío XII en los países conquistados para el comunismo durante la segunda Guerra Mundial contestó con un displicente «¿cuántas divisiones tiene el Papa?». Se ve que ya entonces era el único que no había leído El Quijote y, en particular, el capítulo de «con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho». Entre la muerte del polaco Juan Pablo II, que a uno siempre le cayó simpático, más que nada porque después de hacer la mili los comunistas le obligaron a picar piedra -de ahí la caída del Muro de Berlín- y la elección de su sucesor, el alemán Ratzinger, las televisiones del mundo entero han dedicado a ambos eventos una media de 24 a 48 horas al día . La momia de Lenin le habrá comentado confidencialmente al bigote de Stalin «tanques no, pero ojo al papamóvil». Es pronto aún para decir si el papado alemán va a ser bueno, malo o todo lo contrario para la humanidad. Al principio de la vida el que menos se embarca de almirante en la primera comunión. Luego deja de ir a misa y sólo cree en el Real Madrid. Más tarde en el Inserso. Y, por último, y a la hora de palmarlas, los de derechas llaman al cura y los de izquierdas a los extraterrestres. Unos quieren resucitar y otros ser abducidos. En cambio Ratzinger lo tiene claro desde el principio. Como a Stalin deberían avisar a Zapatero que este Papa está loco por no trabajar el voto de gais y divorcietas, que no son pocos. Loco sí, pero mucho ojo porque, como buen alemán, tiene la cabeza organizadísima.