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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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EMPIEZAN a divulgarse datos acerca de la salud del nuevo Pontífice y parece que su Santidad no se encuentra muy católico. Su hermano, Monseñor George Ratzinger, ya mostró su extrañeza ante la decisión de los señores cardenales de elegir un Papa «de salud tan poco robusta y con el corazón muy delicado». No se sabe con qué intenciones, ahora se da a conocer que, hace cuatro años, sufrió una embolia, perdió parcialmente la vista y tuvieron que operarle. Posteriormente le acometieron mareos. «Su estado de salud es muy complejo y muy frágil», ha dicho un íntimo amigo suyo, que asegura que reza por él. Como se sabe, los designios de la Providencia son inescrutables y a los sucesores de Pedro se les pueden pedir muchas cosas, pero no se les puede pedir un certificado de garantía. Lo que quizá no fuera inconveniente es que junto al reconocimiento de sus altísimas condiciones intelectuales y morales, se les pidiera un reconocimiento médico. La precaria salud de Benedicto XVI puede hacer que alguna gente piense que ha sido elegido precisamente por eso. Si se buscaba un Papa de transición, hasta que aclaren las aguas que bajan turbias, Joseph Ratzinger era el hombre. Quizá la Paloma del Espíritu Santo, cuya colaboración en estos trances siempre resulta inestimable, pensó que una persona así, que tiene asegurada la vida eterna, no convenía que se eternizara en el cargo. De ser ciertas estas arriesgadas conjeturas puede colegirse que otros candidatos, también de altísimo rango moral y cerebral, fueron descartados porque estaban fuertes como robles. Nunca sabremos si se encontró lo que se buscaba o si nos vamos a encontrar con una sorpresa. «Hombre enfermo, hombre eterno». Hay personas que vigilan atentamente sus dolencias y deciden morir a la vez que ellas. Aunque estén algo cansados, se cuidan y duran más que un capelo de pana.

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