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Publicado por
MARÍA J. MUÑIZ
León

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NO PUDE EVITARLO, me lo recordó de inmediato. Escuchaba la crónica del primer vuelo del Airbus y se oyó aquello de «iban un francés, un alemán y un español...» Me vinieron a la mente los chistes de profesionales y aficionados del escupitajo, las guerras internacionales y los comportamientos patrios en las trincheras de choteo,... Aquellos chascarrillos en los que un español vencía a base de chusco ingenio el talento más desarrollado de los europeos nacidos en aquellos países de referencia y emigración. Pero eran otros tiempos. El español tenía que exprimir el sempiterno ingenio de pícaro, el talento trapacero del lazarillo porque éramos el país de la boina calada hasta las cejas que oprimía bien las ideas. Ahora el Airbus inicia su trayecto histórico y en el vuelo inaugural van tres ingenieros, un francés, un alemán y un español. Y lo hacen en igualdad de condiciones. Este es un país que se ha subido al carro del desarrollo, por mucho que quede aún por recorrer, por mucho que nos guste lamentar y airear nuestras carencias, por mucho que las instituciones se empeñen en convertirnos en exportadores de cerebros en lugar de en exprimidores de talentos patrios. Ha llegado la hora de caminar sin complejos, pero también sin soberbias. Si el principal capital de un país ha de ser el humano, aquí hay materia gris suficiente. El reto está en sacarla de su ensimismamiento en el laboratorio y ponerla a funcionar al servicio de las empresas y los intereses comunes. Iba un español. Y además iba con la cabeza bien alta.

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